sábado, 3 de marzo de 2012

El pueblo pesquero de An Thòi. (3ª parte)


Al ratito de pasar el cruce donde nos ocurrió la anécdota con los jóvenes los alemanes, los que torcieron hacia el otro lado, según ellos, porque nosotros estábamos esquivocados, dejó de llover y asomó de nuevo el sol, cuando nos encontramos con un pequeñísimo pueblo de playa, donde algunos niños jugaban en la playa, y las tres o cuatro personas adultas que vimos, se acercaron a nosotros. Fueron super amables.
Intentamos preguntarles, mostrándoles nuestro mojado mapa, dónde estábamos, y casi por medio de la mímica, pues no había manera de entendernos, averiguamos en el lugar en el que nos encontrábamos, en buena dirección y cerca de An Thòi.
Una de las señoras, a las que Mari se bajó de la moto y asaltó para comunicarse con ella e intentar averiguar el camino correcto, llevaba una gran cesta de vegetales sobre una bicicleta, intentando vendérselos a otra, con la que se encontraba en pleno regateo. Fue tan amable al dejar lo que estaba haciendo para atendernos, que a la pobre, en un despiste, se le cayó la bici, desparramándose toda su mercancía.
Rápidamente, Mari corrió a ayudarlas a recoger todas las cosas caídas, con lo que se ganó la simpatía y las sonrisas de ambas señoras.


Después de otro paseito en moto, pasamos por delante de lo que ahora sabemos que debería ser la prisión de Coconut Tree, ya que cuando lo hicimos, no sabíamos de que se trataba esa puerta con unas torres con militares, metralleta en mano custodiándola.
En es punto, la carretera dejó de ser de tierra roja, pasando a un tímido asfalto gris, con muchas piedrecitas sueltas, hasta que de repente, apareció ante nuestros ojos un pueblito de una sola calle principal, con tienditas y pequeños restaurantes de pescado, y con bastante movimiento de ciclistas y motoristas.
El camino se bifurcaba en dos direcciones, a derecha un faro, y a la izquierda el pueblo con su muelle. Hacia allí tomamos el rumbo.


Cuando entramos al muelle, nadie se percató de nuestra presencia. Los pescadores y marineros hacían sus trabajos, tanto en tierra como en los destartalados barcos.
El olor a pescado podrido, típico, como en nuestros muelles y dársenas pesqueras, es algo que no se aprecia ni en las fotografías ni en los vídeos, pero os podemos asegurar, que era realmente repugnante.


En un breve paseo por el muelle, desde donde pudimos contemplar el cercano arquipiélago An Thoi, compuesto por 15 pequeños islotes, algunos habitados, pero muy poco urbanizados, y que son muy famosos entre los buceadores, y rápidamente llamamos la atención de la gente, que después de señalarnos y correrse la voz entre ellos de que habían "guiris" allí, mientras nosotros los observábamos sonrientes, empezaron a llamarnos a gritos desde los pantalanes de maderos, "invitándonos" a hacer alguna excursión en barco.

Descurbrimos a una niña pequeña, de unos tres añitos, mirándonos desde detrás de una esquina, con unos ojazos de asombro tremendos. Nos acercamos a ella para bromear un poco, pero le causábamos tanta impresión, que nos huía ycorría gritando a su madre, que con cara de risa, le indicaba que viniése a hablar con nosotros.
No se atrevió, por mucho que la llamamos.


Permanecimos un ratito allí, lo suficiente para descansar, y volvimos a la moto para ir volviendo a Long Bech, pero por la otra costa, para intentar encontrar una playa famosa.

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