martes, 29 de noviembre de 2011

Los templos de Angkor. 3ª parte. Ta Keo.

El chico del Tuk Tuk, Sam Om, nos encontró mientras fotografiábamos las figuras y los templos colindantes de la Terraza de los Elefantes.
De allí, nos condujo siguiendo el itinerario que habíamos diseñado entre los tres por la mañana en el hotel, hasta el siguiente de los templos.


El templo de Ta Keo.













Una estructura piramidal de piedra enorme, de unos 50 metros de altura, rodeada por cuatro torres más bajas es lo principal de este betusto y austero templo.


La principal atracción aquí, fue subir las empinadas y largas escaleras, bajo el abrasador sol, ya que tampoco es que ofreciera grandiosas vistas, salvo las de la selva, y ya en lo alto, lo único que se podía hacer, era refugiarse del calor, en alguna de las torres.





Al bajar de la cima del templo, ya estábamos extenuados, así que buscamos a Sam Om, y le pedimos que nos buscara un sitio donde comer para descansar un poco antes de proseguir la visita.



Él, nos condujo a toda velocidad por las carreteras sin asfaltar entre la jungla, hasta que casi encallamos en entre el barro y los charcos.




Tuvimos que convencer a nuestro joven conductor para que nos dejara bajar del Tuk Tuk, y caminar a su lado, esquivando el barro, para evitar que se cayera en la trampa de agua y fango como les ocurrió a muchos de los otros Tuk Tuks.

Al llegar al restaurante que él eligió, lo convencí de nuevo, para que se sentara a comer con nosotros. El pobre pasó un mal rato, ya que era un chico muy tímido y solo hablaba unas cuantas palabritas en inglés, así que desde que pudo, se excusó y se escondió en el baño hasta que nos sirvieron la comida. Y desde que terminó su almuerzo, salió huyendo detrás de su encantadora sonrisa, diciéndonos que tenía que hacer no se que cosa al Tuk Tuk, antes de reemprender de nuevo la marcha y que nos esperaría en él.
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Nuestro Sam Om, conduciéndonos en su Tuk Tuk.


domingo, 27 de noviembre de 2011

Los templos de Angkor. 2ª parte. Baphuon y La terraza de los Elefantes.

Después de recorrernos tranquilamente unas horas el templo de Bayon a nuestras anchas, salimos caminando bajo en intenso calor y la tremenda humedad, hacia el templo más próximo que nos cogía de paso hasta el punto en el que habíamos quedado con Sam Om para proseguir nuestra ruta.
Llegamos pues, a El templo de Baphuon.



Por el camino, nos dimos cuenta por primera vez, de que realmente estábamos paseando por la jungla.
 Aunque el alboroto producido por las situaciones cotidianas con los Tuk Tuks, llenos de turistas interaccionando con sus conductores locales, lo disimulara mucho.


Lo más llamativo de este enorme templo de forma piramidal, a parte de su colosal altura, es el puente de piedra, de unos 200 metros de largo, por el que se accede a la zona central, que va cruzando unos fosos de agua. Sólo la vista del puente desde lo alto del templo, da la verdadera dimensión de la espectacularidad del mismo, y hace que la imaginación trabaje para intuir el esplendor de la edificación en sus días gloriosos.




Como siempre, la caminata, subir y bajar escaleras, más  la conjunción del clima, hace un poco dura la visita, pero la recompensa para la vista, bien que merece la pena.


Con la mañana ya avanzada, como decimos los canarios, con el "solajero encima", haciendo de las suyas, proseguimos el camino a través de la jungla, disfrutando de las ruinas que iban surgiendo a nuestro paso detrás de cada rincón insospechado.





Seguimos el sendero indicado, hasta que arribamos a La Terraza de los Elefantes.
Nos quedamos un poquito decepcionados con ella. Seguramente porque estaba inundada de agua y barro y no pudimos verla tan de cerca como nos hubiese gustado.
Además, era tanta la pompa que se le había dado en los programas de televisión en la que la habíamos visto, que seguramente también íbamos con las expectativas demasiado altas.


De todos modos, hay que reconocer, que si te pones a pensar en lo que debió haber sido, esta claro que es una obra colosal.


Tiene varias plataformas que se extienden por unos 350 metros de largo, esta decorada con muchas estatuas de leones, caras de elefantes, grabados y por lo que se cree, en la antigüedad se usaba para grandes y majestuosas ceremonias.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Los templos de Angkor. 1ª Parte. Bayon.

Templo de Bayon desde lejos, fijaros bien y buscar las caras...
Después del trámite de la entrada, Sam Om nos condujo hacia la zona monumental de Angkor Thom, a la que accedimos a través de la puerta sur.

Justo al pasar la puerta, vimos como la carretera ganaba en vida, es decir, estaba llena de Tuk Tuks y algunos elefantes transportando turistas, que se dirigían a diestro y siniestro de un templo a otro.
Algunos turistas daban de comer de la mano a pequeños monos salvajes, que bajaban de los árboles a curiosear qué les ofrecían.
Otros compraban comida en los puestos de comida ambulante...vamos, un frenesí.















Sam Om, se movió magistralmente entre ese jaleo, esquivando minibuses, coches y demás, y nos dejó en la entrada de uno de los sitios más impresionantes de los que queríamos ver:


El Templo de Bayon.

Nos hemos encontrado por la red otros blogs de viajeros, de los que hemos sacado bastante y buena información de los sitios que queríamos ver, pero una vez hemos llegado allí, nos hemos dado cuenta de que, lo que realmente han hecho, es copiar información de las guías de viaje y adjuntarla a sus fotografías, cosa que nunca hemos querido hacer nosotros en nuestros blogs. Así que, con la belleza de este lugar, lo lógico es que no tengamos suficientes palabras para rellenar este artículo.














No creo que importe, pues las imágenes hablarán por sí mismas.
Solo dar un par de datos y nuestra humilde opinión.

Lo primero que se nos ocurre decir, es que ya no quedan lugares vírgenes en el planeta.
Cuando veíamos imágenes de este sitio en nuestros programas favoritos de televisión, de viajes evidentemente, parecía que se hallara en un lugar más remoto, más salvaje y con menos gente.

Todo Angkor, es un sitio superturístico y lleno de turistas hasta la bandera. Y eso, que nos comentaron, que por la época del año en la que estábamos, y por la circunstancia de que este año, la temporada de lluvias se había prolongado demasiado, no había tantos vistitantes como de costumbre.
Y lo tiene que ser, sin duda. No solo porque lo que hay que ver es una de las maravillas hechas por el hombre en la antigüedad más sobresalientes de la historia, sino porque si no se acotasen y se pusieran normas sobre como ver, qué hacer y como comportarse a muchos, que no a todos, de los incívicos turistas, poco nos iban a durar.


El templo de Bayon, tiene 216 caras talladas a lo largo de todas sus torres, que desde lejos, cuando llegas al lugar, casi no las aprecias, pero que según vas caminando por aquí o por allá, subiendo o bajando por sus tres niveles, vas descubriendo al sentirte observado por ellas con sus miradas frías y son intrigantes sonrisas.


Además de las caras, Bayon, contiene más de un kilómetro de bajorrelieves muy bonitos y famosos, que no hay que perderse.
Después de unas cuantas horas deambulando por el magnífico lugar, con el corazón hinchado por haber conseguido llegar hasta uno de los sitios que deseábamos ver y sentir antes de que acabe nuestro tiempo, pusimos camino a pié, hacia otro de los impresionantes templos que hay justo al lado.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Siem Reap.

En ruta hacia los templos de la ciudad perdida de Angkor.

Comienza aquí una etapa francamente difícil de narrar, pues son más las imágenes maravillosas que pudimos disfrutar, que palabras tenemos para comentarlas.

Son demasiadas fotografías las que trajimos como para mostrarlas en un artículo. Intentaremos colocar aquí unas pocas y otras pocas las meteremos en algún vídeo, pero sinceramente, a pesar de las muchas cosas malas que tiene este país, la fotogénia lo compensa casi todo.
Los templos de la ciudad perdida de Angkor, eran uno de nuestros objetivos para visitar en este viaje, Sí o Sí.
Lo hicimos. Y hoy en día lo recordamos como algo memorable, con una satisfacción tremenda, pues realmente todo lo que habíamos oído hablar, era cierto, menos aún, de lo que realmente evoca y "te toca".

Es extraño, pues cuando estas allí, lo vives todo un poco fríamente. Estas más concentrado en ver todo lo que puedas, intentando no perder detalle, mientras vas consultando la guía para saber todo lo que puedas acerca de qué es lo que estas viviendo, pero cuando vuelves a casa y vuelves a ver las fotografías...es un sitio mágico.

El día 5 de octubre de 2011, nos despertamos en el hotel Sawasdee Angkor Inn.

Como habréis notado, en casi ningún otro blog hemos dado nombres de los lugares en los que nos hemos alojado. Unos fueron malos, otros menos y otros mejores, pero éste, nos trae un inmejorable recuerdo.

Estábamos tan acostumbrados a levantarnos temprano, que cuando salimos de la habitación, vimos algo que nos llamó mucho la atención.
Las personas que trabajan en el hotel, dormían en el suelo de los pasillos.


Eran chicas y chicos realmente jóvenes, todos ellos, de menos de 25 años y por la conversación que mantuvimos con el simpatiquísimo encargado, son estudiantes que se pagan la carrera trabajando allí, en el hotel, y como no tienen dinero para pagarse una habitación, el dueño, les permite dormir ahí, él, el encargado, incluido.

Yo no me lo creí del todo, pues no entiendo como trabajando desde por la mañana hasta por la noche y durmiendo allí mismo, en el suelo, ¿De dónde iban a sacar el tiempo para estudiar?
Así que, tuvimos que regresarnos a hacer un poco de tiempo hasta las 6:30 am, en nuestra espaciosa habitación, para que abrieran la terraza del hotel para poder desayunar.
Escena cotidiana en la calle principal de Siem Reap.

La segunda vez que salimos de la habitación, volvimos a sorprendernos por la manera en las chicas limpiaban los suelos. Agachadas, en cuclillas, con un trapito. Sería por eso que los interiores del hotel, en maderas de color caoba brillaban. Fue de los sitios más limpios que vimos en toda Asia, y eso que todo alrededor del hotel, es de tierra, o fango más bien.
Después de un desayuno estilo francés, un poco a lo pobre, con baguette, quesitos de untar y huevo, nos presentaron al que sería nuestro conductor particular los próximos tres días, Sam Om (lo escribimos fonéticamente, no sabemos como se escribe, disculpas).
Mari junto a Sam Om en nuestro Tuk Tuk.
Sam Om, otro jovencito de poco más de 20 años, resultó ser una persona encantadora, la pena es que casi no hablaba nada de inglés y se nos dificultó mucho la comunicación con él, pero esa misma noche conoceríamos a su mujer, otra niña veinteañera, con la que nos reímos lo que quisimos, al verla pelearle para que aprendiera más inglés.

Sam Om, con la ayuda del mapa de una revista de turismo, que llevaba en su impecable Tuk Tuk, nos recomendó un recorrido por los diferentes templos para cada día. Nosotros se lo corregimos sobre la marcha, pues sabíamos que no nos iba a dar tiempo de verlo todo, así que le dijimos cuales eran los sitios indispensables de ver para nosotros y los que podíamos omitir si no daba tiempo. Él, con su amplia y bonita sonrisa, aceptó.

Pusimos pues, manos a la obra y comenzamos la ruta en nuestro Tuk Tuk, por las bacheadísimas calles sin asfalto, llenas de charcos que sortear, debido a las lluvias que también habían azotado este país.
Rápidamente, se hizo sentir el calor húmedo, y nos reafirmamos en la primera impresión que obtuvimos de la ciudad, y por tanto del país. Pobre, muy muy pobre. Tanto que aquí el Tuk Tuk, no es como en otros países, un mero instrumento para transportar turistas. Aquí, es un medio de transporte vital para sus habitantes. Es usado para el transporte de mercancías de todo tipo.


Además, es distinto al que hemos visto en otros países. Mientras que en China, Egipto, Tailandia, Vietnam, etc, en donde son un triciclo motorizado y modificado, con la parte trasera adaptada a llevar pasajeros, aquí, es una simple motocicleta, a la que se le coloca una bola de remolque en el sillín, que arrastra un carrito, éste puede ser para personas, o bien un simple carro de carga.

 A lo largo de la media hora de camino, más o menos, que transcurrió hasta que llegamos a la puerta de la zona temática de los templos de Angkor, vimos singulares y curiosas estampas de la vida cotidiana de los lugareños de Siem Reap, una ciudad con muchísima población, en la que se intuía que no abundaba el trabajo y éstos se reunían en grupos en los que exponían verduras y demás cosas en cajas colocadas en el suelo, para intentar venderlas, mientras hablaban animadamente de sus cosas.

La entrada a la zona de los templos tenía un precio de 20 USD por un día y de 40 USD por tres días, pagamos lo segundo, pues mínimo íbamos a venir 2 días y por si acaso, nos diera tiempo de hacer algo aquí el tercero, no tener que pagar más.
Comentar en este punto, que anoche, cuando intentamos conseguir moneda local, el riel camboyano, nos dijeron que no se usa casi, salvo la gente pobre, que aquí lo propio es pagar en dólares americanos o en baths tailandeses.
Supongo que o bien, es para encarecer las cosas al extranjero o bien, que los precios del país son exorbitados, que por lo que habíamos leído, también pudiese ser. A nosotros nos resultó el país más caro (en relación a la calidad-precio de lo que tienen para ofrecer) de todos los que hemos visitado hasta hoy en día, del sudeste asiático.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Destino: Camboya.

Nos despertamos muy temprano, sobre las 5:45, quizás sobre excitados por comenzar de una vez a movernos, por recorrer muchos kilómetros, y de cambiar de país.

Sea lo que fuera, desayunamos en la misma habitación, nuestro ya famoso y típico desayuno de yogurt líquido y galletas imitación de las Oreo, que tuvimos la precaución de comprar la noche anterior en uno de los puestos 7eleven y a las 7:00 ya estábamos en recepción esperando a que alguien nos viniera a buscar.
Mientras esperábamos, viendo llover fuertemente, observamos a un grupo de alemanes que salian con sus mochilas a la espalda. La señora de recepción les advertía, como a nosotros ayer, que no se podía subir al norte del país por las inundaciones, pero ellos, con la determinación alemana que los ha hecho famosos mundialmente, decían en tono tosco que sí, que irían.
Esperamos sinceramente, que hayan tenido suerte, pues lo que se avecinaba climatológicamente, fue duro.
Marijose, dice con razón, por la experiencia que obtuvimos tanto el año pasado en China y como en este viaje, que moverse en Asia de una ciudad a otra, normalmente es sentarte a esperar a un asiático/a y correr frenéticamente detrás de él/ella, una vez te ha contactado. Es una verdad tan grande como una casa.

Puerta del consulado de Camboya.

Como media hora más tarde, llegó hasta nosotros una chica muy menuda, preguntándonos si íbamos a Camboya, y como Mari predijo, en un santiamén nos vimos corriendo bajo la lluvia, detrás de ella con nuestras mochilas a la espalda, hasta que llegamos a una furgoneta de nueve plazas.
Una alemana cuarentona, rubia, "secona" y con mirada inquisitiva, un chico de raza negra con pinta de "pijo" hablando constantemente por el teléfono móvil, un inglés (de raza hindú) que en un momento dado casi nos vomita encima, y dos hombres de Turquía, uno de ellos acompañado por una mujer japonesa, fueron nuestros acompañantes en dicha odisea.
Casi todos nos dormimos en algún momento dado dentro de aquella furgoneta, mientras sufríamos el pesadísimo tráfico para salir de Bangkok primero y el pésimo asfalto de la autopista después.
Sobre las 12:45 llegamos a un restaurante de carretera, en el que nos abrió la puerta un señor Thai muy moreno, que comenzó a hablarnos "a toda leche" un inglés que nadie de los que estábamos allí entendimos.

Después de unos segundos mirándonos los unos a los otros, decidimos bajarnos del furgón y seguirlo hasta la terraza del restaurante, donde nos ofrecieron asiento por si queríamos almorzar, y mesa para rellenar los papeles del visado a Camboya.

Pidieron además, 1300 Baths por cabeza, que según ellos era lo que costaba la Visa. Vamos, un "chanchullo" que no veas, pues al llegar al consulado Camboyano, fueron ellos los que entraron a pagar y no mostraron ni facturas ni nada parecido a nadie, y eso que hubo gente que las reclamaron, pues ese dinero, allí, es un "pastonazo".

Después de otro rato paseando en la furgoneta, llegamos al puesto fronterizo de Poipet, donde todos nos hicimos una idea de la pobreza que nos aguardaba al otro lado.


Antes del pesadísimo trámite burocrático de casi dos horas de pié, mochilas a rastras, primero en el lado tailandés para el trámite de la salida, y después en el lado camboyano para autorizar la entrada, nos insistieron, bastante más de la cuenta, para que sacásemos dólares en sus cajeros automáticos, a lo que algunos nos negamos. ¡Bién! Si sois ricos...nos espetó entonces con desdén uno de los "agentes"...Pues sí, como soy rico, saco dinero donde me da a mi la gana, no donde tú me digas...le contesté al "malcarado" señor, que ni por esas cambió el gesto de imbecilidad.

Ya al otro lado, mientras esperamos que nuestro "amable" "amiguete" se pusiese de acuerdo con los taxistas con los que continuaríamos nuestro destino, observamos atónitos la penosa e interminable procesión de gente, que tiraban de desvencijados carros, cual mulas a las que habían permutado la posición, cargados hasta el límite de cartones, basuras, cajas y similares. Llegamos incluso, a ver como a una chica, extenuada, se le levantaban los pies del suelo, hasta que otro compañero suyo de fatigas, se apiadó de ella y se "colgó" de su carro, para ayudarla a que volviese a recuperar su posición y continuar con su penitencia.
Una vez metidos en el taxi, después de entablar diálogo con diferentes mochileros que nos contaban su particular odisea y de verlos discutir airadamente con sus respectivos "fraude-agentes" de la zona aduanera, emprendimos nuestro camino de varias horas por delante hasta llegar a Siam Reap.

La salida de esa frontera en coche, fue como una tétrica y  lúgubre película. El taxista no hablaba ni una palabra en inglés, los pasajeros del asiento trasero, incluido Mari, se durmieron, producto del agotamiento y del aburrimiento, y solo yo y el conductor, permanecimos en silencio, observando la polvorienta y vieja carretera.
Ésta, no era sino una larga recta, con mucho polvo rojo a los lados, que se levantaba al paso de los miles de ciclomotores y bicicletas que flanqueaban el estrecho tramo central asfaltado, por donde los pocos coches y camiones que circulaban, se disputaban el espacio, tocando insistentemente el claxon, para adelantarse los unos a los otros.
Después de una hora de carretera, el paisaje cambió de color. El marrón de la tierra, pasó al verde de los arrozales inundados por el agua, convirtiendo la carretera en un puente que los atravesaba, y por la que seguían circulando innumerables bicis y motocicletas.
El aspecto de los paisanos, era terriblemente humilde y pobre, igual que las casas en las que se ve que vivían.
Éstas, estaban preparadas para las inundaciones, suspendidas por finos pilares de retorcida madera, y debajo de ellas, muchas tenían enormes charcos perfectos para la cría del mosquito.

Muchos niños se bañaban y saltaban jugando en estas aguas semi pantanosas.
Otros muchos adultos, trabajaban, con el cuerpo totalmente sumergido hasta los hombros, mientras muchísimas vacas de color blanco, pastaban y defecaban a su antojo al lado de ellos.
El taxista hizo dos paradas.
Una en un puestucho de mala muerte, puede que de algún familiar suyo, para ir al baño de "estilo chino", es decir, "con mas roña que cascorro" y otra en un mercadillo, donde la pobreza era la tónica, para recoger un "recadito" a una chica, cuyo bebé nos miraba perplejo. Al hacerle carantoñas al nene, éste se volvía incrédulo hacia la madre, que le enseñaba a saludarnos, diciéndonos Hellooo helloooo!!!
Al llegar a la ciudad de Siem Reap, el paisaje no mejoró nada. Esta ciudad, a pesar que es la segunda del capital del país, y motor económico del mismo, es tercermundista y está a medio desarrollar. Solo tiene la calle principal asfaltada y es donde encontramos los hoteles más lujosos.

Nosotros nos alojamos en un hotelito, por el que había que acceder a través de una calle de mazapé, llena de enormes charcos, producto de las interminables lluvias que azotaban toda la región sin respiro desde el mes de junio, pero cuyo interior de madera de teca, era muy bonito, y la amabilidad del joven personal, insuperable.

Nada más acomodarnos, pedí información de cómo movernos para llegar a los templos y demás, y el joven y simpático encargado, nos dio información, hasta para la manera de seguir nuestro rumbo con destino a Vietnam, cuando hubiésemos terminado allí.

Intentamos salir a pasear la ciudad, pero la oscuridad de la calle, totalmente embarrada, hicieron que nos volviésemos al hotel, donde nuevamente a través del joven encargado del hotel, regateamos un Tuk Tuk, para tenerlo a disposición enteramente nuestra los próximos tres días, a partir de mañana.
Cenita ligera, y a la camita a descansar, para prepararnos para los "platos fuertes", que serían los Templos de Angkor.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Vídeo-Resumen de nuestro paso por Bangkok.

Antes de emprender el camino que nos condujo hasta Camboya, aquí os dejamos el primero de nuestros vídeo-resúmenes, el de Bangkok.
Lo titularemos como el Capítulo 1 de nuestro recorrido por el sudoeste asiático.
Esperamos que lo disfrutéis.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Bangkok. 6ª parte.

El gran cambio de ruta.
La Golden Mountain y el Parque Lumphini.

Nos levantamos, como siempre temprano, con renovada ilusión, y terminamos de preparar nuestras mochilas con intención de irnos a la estación de trenes, destino Ayutthaya.

Al ir a recepción a hacer el check out, la señora que nos atendía, nos preguntó que dirección tomaríamos, le dijimos que queríamos dirigirnos al norte. Nos advirtió muy preocupada que ni se nos ocurriera, que había tenido noticias de familiares suyos, de que había estado lloviendo tanto, que Ayutthaya estaba anegada por el fango y que se preveía que la cosa fuera a peor.
Nos invitó a que esperásemos al chico de la agencia de viajes que estaba en el hotel o que fuésemos a algún otro a pedir información, pero que creía que le estaban recomendando a los extranjeros no subir.

Como la agencia del hotel aún permanecía cerrada, volvimos a la habitación, soltamos las mochilas y fuimos a preguntar a alguna de las numerosas agencias de viajes de Khao San Road. Nos dijeron lo mismo que la señora y preocupados retornamos al hotel, donde un "chico" de unos cincuenta años, con aspecto muy gay, ya estaba trabajando en el mostrador que tenían como agencia de viajes en el hall del mismo.
Monumento a la Democracia, esta vez, de día.

Cuestionado por el asunto de Ayutthaya, nos explicó que anoche se había desbordado en río y que la zona monumental se hallaba bajo las aguas, con problemas muy graves para la población local.
El tema era que no había parado de llover desde junio en el norte del país, y las aguas estaban bajando poco a poco, provocando inundaciones y destrozos a su camino en dirección a Bangkok.

Al ver el panorama, ni lo dudamos. Sobre la marcha decidimos hacer un cambio de sentido a nuestra ruta, contraria a la que teníamos planeada. Nos iríamos primero en dirección a Camboya, y seguiríamos bajando hasta el sur de Viet-nam. De allí subiríamos recorriendo ese país hacia el norte y finalmente, entraríamos de nuevo a Tailandia desde el norte, para ir descendiendo hasta llegar nuevamente a la ciudad de Bangkok.

Allí mismo, pagamos los tickets de un mini-bus hasta la frontera con Camboya en Poipet y dejamos arreglado un taxi desde allí, para proseguir hasta Siem Reap.

Hoy, ya no podríamos hacer nada por emprender ruta alguna, o sea que tendríamos que seguir haciendo turismo por Bangkok y damos fe de que como casi siempre pasa, de lo inesperado, es de lo que casi mejor recuerdo guardamos.

Después de deambular un rato entre los callejones llenos de puestos de comida, sin saber muy bien a dónde dirigirnos, decidimos buscar la Golden Mountain, ya que el domingo nos la habíamos tropezado por el camino, en el capítulo de los estafadores, y nos pareció tener buena pinta.

Por el camino, nos tropezamos nuevamente con algunos de los puntos de interés de la ciudad, como por ejemplo Monumento a la Democracia ,para verlos pero esta vez de día.
Imagen de la cima de la Montaña Dorada, mientras ascendíamos por sus escaleras.
Llegamos después de un ratito caminando. A pesar del mal aspecto que tiene toda la zona alrededor, tenemos que indicar, que es uno de los sitios donde más tranquilidad respiramos en toda la ciudad y a pesar de que no es uno de los Wats más nombrados o recomendados, a nosotros nos gustó muchísimo.
 
Tampoco es que tenga demasiadas cosas diferentes, sobretodo, después de estar ya un poco saturado de tantos Wats, pero lo que sí tiene, es un ambiente, un aroma intangible, un algo que lo hace especial.

La Montaña Dorada o Golden Mountain, es una colina artificial ambientada en color blanco, que se sube por unas rojas escaleras que la rodean, muy bien cuidadas y adornadas con bonitos árboles y jardines repletos de cascadas artificiales, con gongs y campanas repartidas a lo largo del camino, para llegar finalmente a un santuario con un buda y una terraza panorámica de 360º de la ciudad.
Las vistas, no es que sea de las mejores de Bangkok, pero hay que verlas.


Allí pasamos gran parte de la mañana, contemplando la actividad religiosa de los paisanos, paseando y observando los muchos recodos del lugar y refugiándonos cada poco tiempo del inmenso bochorno del día.



Creemos, que después de la tensión de la mañana, por no saber muy bien a donde dirigir nuestros pasos, y ahora ya, al tener un plan decidido para el día siguiente, nos relajó tanto, que por eso nos resultó tan agradable y disfrutamos tanto del sitio.

 Justo antes de entrar a la Golden Mountain, hay un klong, (un klong, es un canal de agua ramificado del río principal, que aquí es el Phraya) y nos percatamos de un embarcadero que operaba con gente local. Observamos el mapa y creímos acertadamente que éste, debería conducir a la zona de Siam, donde se situan los centros comerciales y el MBK.


Así, que como dos Tailandeses más, nos subimos a la embarcación e hicimos un gran esfuerzo por comunicarnos con la vendedora de tickets, ya que allí no hablaban nada de inglés, pero con el idioma internacional de la mímica, los mapas y algunos dibujitos, nos orientamos y trasladamos hasta nuestra parada.

No sé porque, porqué hemos leído en otros foros tanto acerca del romanticismo de moverte por estos klongs. Éstos en concreto (creemos que se llamaban Balangphu y Saem Saeb), son meros carriles para el transporte, con el agua tan sucia y contaminada, que los usuarios, levantan por medio de unas cuerdas, unas telas laterales para evitar las salpicaduras de la infecta agua, y casi no se ve nada. De todos modos, lo que hay para ver, es "chabolismo", gente viviendo entre la basura y la más triste de las pobrezas.
Nuestro transporte a través de los Klongs.

Llegamos a nuestro destino, sin ninguna dificultad, y al apearnos del bote, como de costumbre la gente se despidió de nosotros entre sonrisas, como pensando qué hacen estos guiris locos moviéndose por aquí, y nos encaminamos al MBK donde almorzaríamos en un restaurante de lo más peculiar.

Una serie de restaurantes de diferentes tipos de comida distinta se sitúan en unas de las plantas bajas del MBK.
Primero, en una caja común, tuvimos que comprar unos cupones de diferentes cantidades de dinero y luego íbamos canjeándolos por los platos que nos apetecían de cada uno de los puestos...un poco "chorra" toda esta parafernalia, es más fácil comprar lo que quieras en cada uno de estos puestos, y ya está, pero ellos sabrán...La anécdota fue que la chica se equivocó al darme tickets por otro valor distinto al dinero que yo le dí. 
Entrada al parque Lumphini.


En principio yo pensé que era de menos, por lo que entre ella y yo, al no entendernos, montamos un atasco que no veas en la caja.
Todo el mundo miraba con curiosidad nuestra discusión, hasta que llegó un chico que sí hablaba algo de inglés y lo solucionamos.
Al terminar de pedir nuestra comida, nos dimos cuenta, de que en realidad, la chica nos había dado cupones de más en vez de de menos, por lo que al irnos, se los devolví, no fuera que encima tuviera que pagarlos ella de su bolsillo. Ella lo agradeció con una sonrisa, a pesar del mal trago que le hice pasar hacía solo un rato, pero creemos que no entendió del todo el porqué yo le devolvía ahora esos cupones...




Después del almuerzo y un Ice Coffe with Milk delicioso, que sería nuestra bebida favorita en todo el viaje, y de esperar un ratito a que pasase el abrumador calor del mediodía, salimos del MBK en busca del Sky Train, para movernos hasta la zona del Silom e ir a ver uno de los pulmones de Bangkok recomendados, el Parque Lumphini.
El Parque Lumphini esta descrito en las guías, como un lugar donde escapar de Bangkok sin salir de él. Eso es totalmente cierto.



Es otro de los lugares donde temporalmente te olvidas del jaleo y el bullicio de coches, motos, vendedores, etc...
Un lugar limpio y confortable, con un lago artificial con aguas cristalinas, donde numerosas aves se dan cita, y al atardecer, numerosos tailandeses y chinos practican bailes y aerobic al ritmo de estrambótica música tecno.
Muy al estilo de los parques del Templo del Cielo o el Parque de la Gente, que vivimos en Pekín y Chengdú respectivamente, cuando el año pasado visitamos China.



Nos encantó el ambiente que saboreamos en el Parque Lumphini.

Paseamos tranquilamente por allí, hasta que nos dimos cuenta que se nos echaba el tiempo encima para el último Chao Phaya Express, no queríamos que nos pasara como el otro día, así que emprendimos el camino hasta el río.

La anécdota aquí, fue que pagamos y nos subimos al primer barco que pasó, pero a mitad de camino, la cobradora, nos dice que el billete es para el barco de bandera naranja, que es más lento y que éste es de bandera amarilla...¡ah! pues no sabíamos que la banderita diferenciaba las clases, así que nos bajamos en el siguiente embarcadero y esperamos al de bandera naranja, que es casi igual al otro barco, un poco más pequeño y un poco más lento, pero vamos, que no notamos esa diferencia como para poner precios diferentes...cosas de ellos.
A mitad de camino, vimos la silueta del Wat Arun, magníficamente iluminado, en una noche que se había vuelto preciosa a pesar de que durante todo el día amenazó una lluvia que no llegó, por lo que nos bajamos en esa zona a fotografiarlo bien.
Vista nocturna del Wat Arum.
Una vez hecho ésto, caminamos a en dirección a nuestro hotel buscando cena de camino. Conseguimos más Pad Thais y cervezas Singha.
Después de la ducha correspondiente y necesaria en el hotel, guardamos la guía de Tailandia y sacamos la de Camboya, pues mañana tocaba palizón de ruta hasta el país vecino...
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