viernes, 30 de marzo de 2012

Hoi An. ¿El pueblo más bonito de Vietnam?


Ya sin sol, con el día oscurecido, nuestro autobús terminó su recorrido, y paró delante de un hotel situado en una calle no muy bien iluminada por unos farolillos.
No llovía, pero la humedad y el calor eran agobiantes.
Todo el mundo bajó a toda prisa a por las maletas y mochilas que transportaba el autobús en su bodega, mientras preguntaban unos a otros dónde demonios estaban.
Muchos sacaban sus guías y sus mapas para inspeccionarlos.
Observamos como rápidamente, las recepcionistas del hotel, se apresuraban a llamar a los pasajeros, para decirles que tenían habitaciones por solo 10 Dólares y muchos sin pensárselo mucho, aceptaban.

Nosotros, en una situación muy parecida a la que vivimos un año y medio atrás, cuando llegábamos a Wuhan, después de nuestro periplo chino por el Yangtzé, sin dirigirnos a nadie, tomamos nuestras mochilas y empezamos a caminar hacia donde nuestro instinto nos indicó que debería estar el centro de la ciudad.
Habíamos localizado desde Hué, vía el Internet que le pedimos prestado a los recepcionistas del hotel, un hotelito muy bien situado y con buenos precios, y localizando el punto donde se encontraría en el mapa de la guía, intentaríamos llegar hasta él.


Mientras Mari intentaba descifrar el nombre de las calles, comparándolos con los que había escrito en el mapa (que no se parecían mucho) yo, me dedicaba a darle coba a las jóvenes vendedoras de los comercios locales para que nos indicaran. Ellas desde que nos habían visto, se habían avalanzado a por nosotros, repartiéndonos tarjetas de sus talleres de costura, muy famosos aquí entre los turistas, que suelen comprar trajes de seda, estilo vietnamita, o copias artesanales de trajes de chaqueta de todas las marcas.

Una de ellas, una guapa vietnamita, comenzó a preguntarme que si yo era de Alemania, ya que mi camiseta tenía publicidad de una marca de cerveza.
Yo le repliqué que entonces ella sería de China, ya que la suya, era de estilo chino y por ahí comenzamos a bromear un ratito con ella. Después de que nos hubiera dejado su tarjeta, nos explicó como llegar al hotel que buscábamos.
Llegamos en nada, pues nos dimos cuenta, que pese a la impresión nocturna que nos llevamos nada más bajar del autobús, el lugar, es realmente pequeño.
El hotel, era un "triunfazo", pequeño, pero muy cómodo y barato, algo así como 15 Dólares la noche con desayuno incluido. Lo mejor de todo, es que estaba situado justo al lado del mercado central de la ciudad, junto al puente Cam Nam, que con solo atravesarlo, se entra en la cuadra principal de calles de Hoi An. Por si os interesa, se llama Huy Hoang River Hotel.

Suelta de mochilas en la habitación, y rápidamente a explorar la ciudad en busca de cena.


Atravesamos el tenderete de puestos del mercado, cuyas lonas protectoras para la lluvia, están colocadas a no más de metro sesenta de altura, lo que era un poco tortuoso, ya que teníamos que andar prácticamente agachados.

Por la calle principal, que discurre junto al río, andamos unos minutos hasta llegar al afamado Puente Japonés. Lo retratamos y ¡Chas! ¡tormenta tropical al canto!


Todo el mundo corrió dispersándose en distintas direcciones, por lo que sacamos la conclusión de que esta gente tiene un instinto especial para detectar agua, ya que solo los turistas fuimos los que no buscamos refugio antes de que comenzara a llover. Por tanto fuimos los que nos empapamos.


También comprobamos lo extremadamente oportunistas que son las vendedoras, de vender cositas de artesanía, pasaron en un segundo a estar cargadas de paraguas que vendían incrementando sin compasión su precio al doble de lo costaban antes de llover.

Mari, le regateo uno a una señora, que consiguió por su precio normal, y bajo él, caminamos hasta el primer restaurante que nos gustó, donde entramos a cenar, recomendados además, por una pareja de comensales alemanes que ya terminaban su cena y nos corroboraban que había estado muy buena.


 Charlamos un ratito con ellos.
Fue un alivio ver, que nuestro nivel de inglés no es que hubiese menguado más aún de lo bajo que de por sí es, porque llevábamos todo el viaje, desde que aterrizamos en Tailandia, sin comunicarnos del todo bien con los lugareños.
Ellos, nos aclararon, que les sucedía exactamente igual, cuando hablaban con extranjeros bien, pero con los nativos, fatal, por lo que los cuatro llegamos a la conclusión de que eran sus acentos asiáticos y su forma tan especial de hablar el inglés (como el chininglish de los chinos) lo que hacia difícil más dificultosa aún la comunicación.

Esa noche cenamos Cao Lao, un plato típico que nos encantó por lo delicioso.


Dejó de llover, y nos volvimos raudos a nuestro hotel, para descansar hasta mañana.
A media noche, comenzó el diluvio.

jueves, 29 de marzo de 2012

Cambio de planes. En ruta hacia Hoi An.

Tal era la contrariedad con la que salimos del Recinto Imperial por culpa de la lluvia, que decidimos regresarnos al hotel para secarnos y cambiarnos de ropa, ya que teníamos empapados hasta los huesos.


Al salir por la puerta Ngo Mon, frente a la torre de la bandera, unos cyclo-taxistas nos abordaron. Los pobres no tenían ni un cliente que transportar y como lo que entraba en nuestro plan era ir a la orilla del río a negociar con algún barquero para que nos acercara hasta alguna de las famosas tumbas que hay en las afueras de Hué, y hoy ya estábamos viendo que no se iba a poder hacer nada, pues la lluvia cada vez era peor, nos pusimos a regatear con ellos la carrera, por bromear y entretenernos un poco.

Nos pedían 2 dólares por acercarnos hasta el centro. - ¡No, sólo un dolar! - Les decíamos nosotros. - ¡Ok, Ok, 40.000 VNDs! - Nos contestó uno de ellos, que en realidad seguían siendo 2 dólares convertidos a su moneda. - ¡No, only 20.000! - Les contestamos, mientras nos devolvían carcajadas.

Nos despedíamos ya de ellos, con ánimo de caminar bajo la lluvia hasta el hotel, cuando uno de ellos, ante el enfado de los demás, saltó a nuestro encuentro:
 - ¡Ok, Ok. One dolar! -

Bueno, pues en un momento, el menudo cyclo-taxista, preparó su cacharro, para que nos sentásemos los dos, y cargado con nuestro peso, salió pedaleando lentamente de la Ciudadela, con rumbo al puente que cruza hasta las calles del centro. 

A los pocos minutos, comenzamos a oír jadeos de esfuerzo del pobre hombre, pues casi no podía con nosotros dos en un pequeño desnivel que hacía la carretera. Nos volvimos hacia él muertos de risa. Se encontraba realmente sudoroso y con la cara colorada.
Al ver que nos reíamos, comenzó a explicarnos entre jadeos, que un dólar era muy poco dinero, lo que provocó que estallásemos en carcajadas, mientras le espetábamos:
- ¡Ahhh!, ¡haber dicho que no! -


La verdad es que el hombre nos dio tanta lástima, que cuando nos dejó por donde le dijimos, le dimos más de lo acordado. Se lo había ganado con su esfuerzo, y realmente se mostró sorprendido y muy agradecido por nuestro gesto.

Al apearnos del cyclo, apretó aún más la lluvia, por lo que corrimos hasta nuestro hotel.
En el pequeño hall de la entrada, nos tropezamos con el buen samaritano del bus, que leía el periódico tranquilamente mientras fumaba un cigarrillo.
Al vernos empapados, nos contó, que según su periódico, se esperaban fuertes lluvias los días venideros en la cuidad de Hué.
Comenzamos a oír truenos y a sentir los cercanos relámpagos.
Mari y yo nos miramos unos segundos, y como si de un solo ente se tratara, ya sabíamos que nos habíamos decidido a abandonar la ciudad de Hué como fuera hoy mismo.
Adiós a todo lo que nos quedaba por ver allí, pero si no nos íbamos, perderíamos unos días preciosos que podríamos aprovechar para hacer otras cosas.

Le preguntamos a una chica de la recepción, si sabría dónde tomar un bus para marcharnos a Hoi An hoy mismo, y si todavía podríamos dejar la habitación sin tener que pagarles otra noche más.
El chico que estaba a su lado, sacó un folleto con los horarios de los autobuses hacia Hoi An, y los estudió unos segundos, descolgó el teléfono e hizo dos llamadas.

- Ok! no pagáis habitación si me compráis el billete de bus a mi. Éste vendría a buscaros aquí mismo dentro de dos horas. -

¡Así de fáciles son las cosas aquí, en esta parte de Asia, por lo menos, en los países en los que hemos estado!

Con un poco de "morro" por nuestra parte, fuimos a por las mochilas a nuestra habitación, y aprovechamos para ducharnos y cambiarnos de ropa. Dejamos las mochilas preparadas y las bajamos a recepción.
Le dijimos al chico que iríamos al restaurante de al lado a comer algo. - Ok! - asintió.


Fue una suerte que decidiésemos comer justo al lado del hotel, porque cuando estábamos con el postre, de repente, al mirar a través de la ventana, vimos a la chica de la recepción corriendo con mi mochila a la espalda, buscándonos desesperadamente.
Salimos a su encuentro y nos señaló un bus que estaba en la puerta del hotel.
Era el nuestro, se había adelantado una media hora.
Esa fue la parte buena, la mala, es que tuve que abandonar mi postre de banana flambeada con ron y chocolate, que apenas acababa de comenzar a saborear....

Sobre las dos de la tarde, estábamos de nuevo en ruta, en dirección a Hoi An, catalogada como la ciudad más bonita de toda Vietnam, para descubrir si aquello era cierto. Buenas referencias teníamos desde luego, unos amigos que la habían visitado, no hablaban de ella sino maravillas, y cinco horas de bus después, ya podríamos saborearlo de primera mano.


Cinco horas de bus, que se nos hicieron eternas.

Para empezar, pareciera que íbamos a ir pocos en el viejo autobús, sin aire acondicionado, con solo aire forzado que salia caliente, lo que unido a la alta humedad y calor del día, hacían el habitáculo insoportable.
Pero poco a poco, haciendo un recorrido por los hoteles de la zona, lo fueron llenando de tal manera, que incluso el conductor del autobús pretendió meter equipaje y unas cajas debajo de los pies de nuestros pies, a lo que nos negamos por ser un trayecto tan largo.

Un grupo de varias parejas, entre cuarentonas y poco más, hablaba lengua catalana animadamente entre ellos. La verdad es que criticaban más que hablar.
Lo ponían todo de "color verde", por lo que de una inicial alegría por tal coincidencia, pasamos a ignorarlos y hacernos un poco "los locos".
Justo, como lo hacía una de las chicas, con el sitio libre que tenía a su lado. De las dos plazas que tienen las guaguas por fila, ella se había sentado en la situada junto al pasillo, dejando la otra para sus depositar sus pertenencias.
Mari, disimuladamente hizo señas a una joven china, que se encontraba sin asiento, de pie en el pasillo, para que ocupara ese asiento. Ella que no se había percatado de ese sitio libre, corrió rauda a por él, dándole sonoras y expresivas gracias por avisarla.
La "española" nos miró un poco mal, sin saber que éramos compatriotas suyos, e hizo un comentario un poco despectivo y desagradable a sus amigos al respecto de lo sucedido, pero a nosotros dos nos dio bastante igual. Casi que había sido su castigo por dedicarse a menospreciar lo que estaba viviendo en esa parte del mundo, en lugar de disfrutarlo.
En fin, cada uno es cada uno, libre, y vive las cosas como quiere.


Un punto del recorrido que recordamos como muy agobiante, fue en el que el bus, atravesó la montaña por un larguísimo y oscuro túnel.
El calor, y la humedad era irrespirable. Todos los pasajeros sudaban y protestaban en alta voz por la falta de aire acondicionado.
Busqué solución, al abrir un ventanuco de la guagua, que encontré bajo la ventana. Pero el aire que entraba, era casi peor que el que había dentro.
No recordamos exactamente cuanto tiempo transcurrió para atravesar ese túnel, pero se nos hizo interminable.

Al salir, la carretera siguió ascendiendo por la montaña, y pasamos a un clima más fresco, pero igual de húmedo, por lo que ahora, comenzamos a sentir algo de frío.
El paisaje se tornó más verde, y llegamos a una zona inundada por la bruma.

Al igual que sucede en nuestras islas Canarias, hay una zona, donde las montañas son tan altas, que "atrapan" los vientos, que al chocar con ellas, sueltan la humedad que portan, en forma de brumas y producen un efecto parecido al de nuestra lluvia horizontal, por lo que hasta la vegetación se nos parecía.

Eso, o nos lo pareció, a lo mejor solo era algo de "morriña", como decimos los canarios cuando hechamos de menos y recordamos nuestro hogar, buscando similitudes en cada cosa que vemos...

El conductor hizo la típica parada, en el restaurante de carretera típico.
Todo el mundo, como siempre, bajó del bus en dirección a los servicios, que por un momento, nos trasladaron hasta China, reviviendo la experiencia de sus los baños.

La anécdota más graciosa de todas, fue que después de hacer cola, y conseguí pasar al infecto urinario, y mientras me aliviaba, oí gritos, en idioma castellano.
Era la inconfundible voz de Marijose, maldiciendo desde el baño de las mujeres por lo que se había encontrado allí, lo que después de todo, me sacó una sonora sonrisa, aparte de la cara de asco que se te queda en esos aseos.


 La siguiente parada de la ruta, fue un par de horas después, en la ciudad de Danang, para descargar algunos pasajeros que hasta allí llegaban. Unas vistas a unas bonitas playas es todo lo que pudimos ver desde la guagua, y quedó en un posible proyecto del viaje, volver por aquí a visitarlas si el clima mejoraba.

La impresión que nos dio Danang, es la que te dejan los lugares muy turísticos en pleno auge, con algunos grandes hoteles en medio de largas y semi desiertas avenidas, que cuadriculadamente están colocadas, pensando en una pronta urbanización.

No olvidéis, que como canarios que somos y que "pican" la cuarentena de edad, en su momento vivimos, como nuestra islas se transformaron, perdiendo su "virginidad" para ser explotadas para el turismo.

De alguna manera aquí, la imagen de esta ciudad, nos recordó aquellos episodios de nuestra adolescencia, en los que de un día para otro, pasábamos de hacer una excursión a través de plataneras para acceder a una recóndita playa del sur de Tenerife, a tener que hacerlo muy poco tiempo después, paseando por un complejo hotelero, que sutílmente se la había adueñado.



lunes, 26 de marzo de 2012

El Recinto Imperial y la Ciudad Púrpura Prohibida. (2ª parte)


La mala suerte con el clima nos afectó tanto como a unos cuantos turistas chinos, que junto a nosotros, éramos los únicos que se aventuraban ese día a deambular por la zona.

Nos refugiamos por un buen rato debajo de una de la puerta de acceso al Recinto Imperial, que se haya dentro de la Ciudadela, llamada Ngo Mon, que según se cruza, deja a la espalda la Torre de la bandera.


Como bien se explica en las guías, el Recinto Imperal es otra ciudadela amurallada dentro de la Ciudadela. Sus muros cuentan con 6 metros de altura a lo largo 2,5 km de recorrido.

A pesar de la lluvia, el calor que sentimos bajo los chubasqueros era insoportable, llegando a confundirnos las sensaciones, ya no sabíamos si estábamos realmente empapados por el agua o por el sudor. Seguramente sería mezcla de ambas cosas.
Como nos aburrirnos de esperar a que parara de llover, y no lo hacía, empaquetamos las cámaras en bolsas plásticas y las guardamos dentro de las mochilas, que colocamos bajo nuestros chubasqueros, y con pinta de "guiris jorobados locos", entramos a visitar los entresijos del Recinto Imperial.


 En el Recinto Imperial, hay numerosas salas, con jardines, templos y otros edificios, casi todos en reformas ya que la mayoría se encuentran en ruinas, por culpa de los bombardeos durante la guerra, que se suponen que estaban la residencia del Emperador y los edificios de Estado del país.
 Hay también, algunos museos y exposiciones de objetos de la época de los emperadores.


La entrada, es bastante espectacular, con un bonito edificio con dragones, típico emblema de los emperadores, en su tejado, que al atravesarlo da un amplio patio, con otro enorme dragón amarillo que lo preside junto a otras figuras, dando una alta espectativa, que no corresponde con lo que a continuación, nos vamos encontrar dentro.
A pesar de todo, mientras paseamos el lugar, pudimos imaginar algo de la gloria y del esplendor que se debió haber vivido allí en otros tiempos.






















De las cosas más bonitas que pudimos ver mientras "serpenteábamos" por los senderos que atraviesan los jardines (o maleza más bien), hay que destacar la bonita Sala de los Mandarines, en donde nos refugiamos un rato de la lluvia, hasta que ésta nos dio un respiro y nos dejó proseguir con nuestra exploración del lugar.


En la breve tregua que nos dio la lluvia, llegamos a la zona central del Recinto Imperial, donde se supone que estaba la Ciudad Púrpura Prohibida.


La Ciudad Púrpura Prohibida, fue, como también definen las guías, otra ciudadela, dentro de otra, que a su vez está dentro de otra, pero hoy en día no queda sino el solar donde se encontraba, ya que fue arrasada por completo por los bombardeos.
Se supone que era de uso exclusivo para el Emperador y sus concubinas.

Vista desde el solar donde debería haber estado La Ciudad Púrpura Prohibida.

Desde allí, pudimos contemplar una bonita y relajante vista de todo el complejo, ya que se divisan desde un punto un poco más elevado, desde los templos laterales y los solares donde hubieron en su día otros edificios imperiales, hasta el edificio de la entrada principal, con la bandera de la torre al fondo.

Quedábamos ya prácticamente solo nosotros dos en todo el recinto, cuando la lluvia volvió a hacer acto de presencia. Pero esta vez, lo hizo de una manera algo más que virulenta., por lo que decidimos volvernos hacia la entrada, bastante más que contrariados...

domingo, 25 de marzo de 2012

La Ciudadela de Hué. (1ª parte)

Esa mañana, nos despertamos tempranísimo, antes incluso de que sonara el despertador. Después de casi 20 días de viaje, ya era la costumbre.



Salimos caminando en busca del centro comercial de anoche, para comprar algo de desayuno y porque estaba de paso hacia la Ciudadela, dentro de la cual se haya el Recinto Imperial de Hué, en cuyo centro se encuentra la Ciudad Púrpura Phohibida.



Ya tendríamos que haber tenida aprendida la lección en cuanto a lo del tema de las comparaciones aquí en Asia. Nosotros habíamos venido a esta ciudad a ver algo parecido a lo que nos encontramos el año pasado en nuestro viaje por China, algo similar a la grandiosa Ciudad Prohibida de Pekín.
  

Fácilmente se puede encontrar información en Internet acerca de ésta. Se habla mucho y bien, incluso hay libros y guías de viaje que recomiendan ir a visitarla para compararlas, pero la verdad queridos viajeros, es que no hay casi nada que comparar.
La única e inimitable Ciudad Prohibida esta en China.

Muros y foso de la Ciudadela, con la torre y el asta de la bandera más alta de Vietnam.

Puede que sea similar en cuanto a la historia de los emperadores, y hasta en su distribución, pero para nada se puede comparar en dimensiones, grandiosidad, y sobre todas las cosas, en el estado de conservación de ambas. Mientras que la original esta intacta, aquí no hay sino ruinas, culpa de los bombardeos durante la guerra, y solo se esbozan bocetos de su gloria, sobre todo gracias a unos cuantos edificios restaurados.

Entrada a la Ciudadela, puerta de Ngan.

Dicho todo esto, el sitio también tiene su encanto, y por tanto, valorando las cosas en su justa medida, no hay que desmerecerla. Ya dentro, mientras se pasea por sus rincones, se respira un cierto aroma a solemnidad, pero tampoco tanto como para pretender decir que es lo mismo que en la de Pekín.

Después de habituallarnos para el desayuno, en "nuestro" centro comercial, que está a mano derecha, justo en la salida del puente que cruza el río Perfume llegando desde la cuadra de calles principales de la ciudad, caminando unos minutos hacia el lado contrario del mismo, se comienza a divisar uno de los emblemas de la Ciudadela de Hué, el asta de bandera más alto de todo Vietnam.

Hasta ella nos encaminamos, mientras el clima empezó a amenazarnos con jugarnos una mala pasada, y efectivamente, así fue.
Una fina lluvia comenzó a calarnos, nos que nos puso un poco de mal humor, al no poder fotografiar todas las cosas nuevas que iban surgiendo a nuestro paso.

Nada más acercarnos a la torre de la bandera, nos topamos con los muros de la Ciudadela, con unos 10 km de longitud y unos 2 metros de grosor.

Dos de los cuatro cañones que simbolizan las cuatro estaciones.

Después de inmortalizarla, buscamos la puerta más cercana de las diez que tienen estos muros para adentrarnos en la Ciudadela. Retrocediendo un poco, encontramos la puerta de puerta de Ngan, la que al atravesarla, contiene cuatro de los nueve cañones sagrados que hay en el recinto.
Estos cuatro enormes cañones representan a las cuatro estaciones, mientras los otros cinco, que están tras la puerta que esta al otro lado de la torre de la bandera, representan simbólicamente a los cinco elementos.

Adentrándonos un poco más en la ciudadela, nos topamos con la entrada en la que se pagan los tickets para acceder al Recinto Imperial.
Justo en el momento de comprar las entradas, comenzó a llover con fuerza.

sábado, 24 de marzo de 2012

Próxima parada: Hué, La ciudad Imperial.

En la mañana que partíamos rumbo, primero al aeropuerto de Ho Chi Min, para enlazar allí mismo, vuelo hasta el de Hué, la tormenta tropical que acaecía era de órdago.

Así como anoche, antes de retirarnos a dormir, pensando en si habríamos hecho bien marchándonos de la paradisiaca isla tan pronto, motivado, claro está, por la maravillosa puesta de sol que habíamos vivido y que rápidamente hizo que se nos olvidaran las "mojadas" que alcanzamos durante esos días, con la tormenta que estaba cayendo hoy, retomamos el pensamiento de que habíamos acertado de lleno en irnos ya.

Tal era la lluvia, que con mucho miedo a que nos cerraran el aeropuerto, tomamos el taxi desde el resort. Sorprendentemente y con gran alivio después de un rato de tensión, sin demora alguna, nos embarcaron en el pequeño avión de hélices que sin mayores problemas, despegó rumbo a Ho Chi Min

Recolector de hierbas en el río Perfume.

Después de la hora que dura el vuelo desde la isla de Phu Quoc hasta Ho Chi Min, retomamos la preocupación por el tema del clima, ya que nos encontramos el aeropuerto en una situación un poco caótica.
Se estaban suspendiendo vuelos a las zonas interiores del país, ya que la fuerte tormenta que habíamos descubierto por Internet, situada sobre Las Filipinas, se había desplazado hasta, que casualidad, el centro de Vietnam.
Nuestro vuelo, tenía una hora de retraso, y para no angustiarnos mucho, salimos del aeropuerto en busca de un restaurante donde almorzar, donde viviríamos otra de esas curiosas situaciones típicas para nosotros los extranjeros aquí en Asia.
Pedimos algo que creímos reconocer en la carta, pensando en que sería bistec de ternera, y nos aparecieron con una fondee de agua hirviendo, algo de carne picadita, hierbas, papel de arroz en un plato...después de un rato de oír Marijose reírse de mi, llamé a la camarera y con gestos le dí a entender que no sabía como comer aquello. La joven camarera, bromeando con la situación, nos explicó brevemente, como tendríamos que hacer para comer aquello. La cara y las "sonrisitas socarronas" de los comensales más próximos a nosotros, fueron más que suficientes para que nos tomásemos la tensión por la incertidumbre de qué pasaría con nuestro vuelo, de una manera más relajada y amena.
De la comida, decir, que a pesar que era carne, sabía exactamente igual al pescado que comimos días atrás en el Delta del Mekong.

Mujer recolectando caracoles en un canal del río Perfume.

De vuelta a la sala de espera, después de unos cuantos cambios de puerta que nos volvieron un poco más locos a los pasajeros, por fin conseguimos embarcar y despegar hasta nuestra próxima parada.

Esta vez, el vuelo duró un poco más de hora y media, y nos lo pasamos haciendo cábalas acerca de la posible situación atmosférica que nos íbamos a encontrar, y sobre todo oteando nuestra guía, buscando una zona céntrica, por donde buscar alojamiento.

En la misma salida del aeropuerto, conseguimos un bus de línea que por un precio irrisorio, nos llevaría hasta el mismo centro de Hué.
Un pasajero, buen samaritano, posiblemente un hombre de negocios vietnamita, que nos vio buscando hoteles en nuestra guía, nos preguntó si ya teníamos hotel. Al contestarle negativamente, nos indicó el nombre del suyo, y se refirió a él como bueno, bonito y barato...ok, le hicimos caso y nos bajamos con él y lo seguimos hasta su hotel.

El hotel, en medio de la típica ciudad caótica de toda Asia, no estaba mal del todo. Modesto, sin lujos, con una habitación vieja pero muy espaciosa y por lo menos, estaba limpio, no como nuestro último alojamiento en la isla de Phu Quoc, y sobre todo barato, 10 Dólares la noche ( unos 7,5€ ).

Desde el puente que atraviesa el río Perfume.

Después de una reparadora ducha, salimos como siempre, ya anocheciendo, a darnos la primera aproximación por la nueva ciudad en nuestro camino.
El clima estaba amenazante, pero sin lluvia, lo que nos permitió dar un buen paseo de exploración por la cuadra principal de calles situada en la orilla opuesta del río Perfume, a la que se haya el Recinto Imperial, que en la mañana del siguiente día, sería objeto de nuestro primer punto de visita turística.

Localizamos varios de los cafés nombrados en la guía, buscando algo que cenar, pero muchos de ellos, ya no servían comidas, se habían quedado en simples agencias de viajes para turistas mochileros, un ejemplo, el Sihn Café.
Al final, conseguimos un garito cutre, donde cenamos bastante bien. Nos dimos cuenta de que también estaba nombrado en la guia, ya que de repente, comenzaron a llegar algunos extranjeros, con su guía en mano. Casi todos, los más hippies no, al ver el sitio se largaban, suponemos que esperarían algo más ya que estaba tan bien puntuado en una guía de viajes. Ellos se lo perdieron, pues las apariencias aquí poco importan, nosotros somos testigos de haber comido muchísimo peor en sitios con mejor aspecto que éste.
El local se llamaba algo así como Hermanas Coco y Minh.

Conductor de Cyclo transportando una cliente en la ciudad de Hué.

Según acabábamos la cena, comenzó a caer una fina lluvia. El polvo del ambiente, junto con el terrible calor húmedo, se dejó sentir nuevamente.
Decidimos proseguir paseando un rato más, y cruzamos el puente que atraviesa el río, pero la lluvia apretó, por lo que decidimos refugiarnos en un enorme y moderno centro comercial que nos encontramos allí mismo.
Nos resultó chocante, pues se suponía que estábamos en una zona turística, pero la gente "flipaba" con nuestra pinta de "guiris", acercando a sus hijos más pequeños para que hablasen con nosotros.
Los niños se ruborizaban, y al final, eran los propios padres los que intentaban entablar conversaciones muy básicas, para mayor vergüenza de sus hijos:

- ¿de dónde eres?, ¿cómo te llamas?, ¿te gusta Vietnam? -.

Fue muy bonito y divertido, pero al final, ya nos paraban hasta los "seguritas" para fotografiarse junto a nosotros dos...

Cyclo taxi en la ciudad de Hué.

Al salir del centro comercial, la lluvia no cesaba, por lo que decidimos, chubasqueros puestos, retirarnos al hotel a descansar para mañana comenzar la jornada temprano, si el clima lo permitiese....

martes, 20 de marzo de 2012

El Vídeo-Resumen de nuestra exploración por la isla de Phu Quoc.

Antes de proseguir con la narración de nuestro viaje hacia el siguiente punto que visitamos en Vietnam, como viene siendo habitual en este blog, os dejamos un vídeo-resumen con algunos de los sitios por donde pasamos en la isla de Phu Quoc.
Hay que hacer mención a que faltan algunos lugares, pero eso es debido a que en las zonas donde nos llovió, no pudimos filmar nada. Aún así, casi todas las zonas principales a visitar en la isla, más o menos quedaron reflejadas.
Esperamos que os guste.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Cae la noche en Long Beach. (9ª parte)


Con la última luz diurna llegamos a Duong Dong, y solo hicimos una única parada más, en la tiendita de una señora para comprar agua y chucherías varias para el desayuno del día siguiente, antes de irnos al aeropuerto.


Después de todo, a pesar de la lluvia matutina y del barro de las carreteras, el día había salido perfecto y ya dudábamos su habríamos hecho bien en comprar el billete para irnos. Solo unas horas más en la isla, nos darían la razón de nuestros actos.


Mari me pidió que acelerase el ritmo y que intentase llegar a nuestro resort lo antes posible - Acabo de fijarme en el sol, y seguro que desde la playa del Moon, tiene que verse una puesta de sol increíble... - me dijo, mientras hacía caso a su deseo ( órdenes para mí ).

Llegar, soltar la moto, pagar lo que debíamos a nuestro recepcionista-hippie (¡que ni se acordaba que le debíamos aún el taxi! menos mal para él que somos gente honrada) y tirarnos a la playa fue todo uno.


Efectivamente, Mari tenía ( una vez más ) la razón, la puesta de sol, fue uno de los "momentazos" que con más cariño recordaremos siempre de éste viaje.

La solitaria playa en penumbras, con la idílica imagen de dos niñas jugeteando en la orilla, bajo un cielo rojo-naranja intensísimo, rasgado por completo por de las nubes, que a medida que descendía el sol a toda velocidad, lo teñía todo poco a poco de color azul, pasando por todos los tonos, desde el claro hasta el oscuro...


fue una autentica pasada y un privilegio haber estado allí para contemplarlo, y aprovecharlo para darnos un baño de despedida en aquel mar virginal de temperatura calidísima, casi a oscuras, para darle la guinda final a nuestra estancia en las antípodas de nuestro mundo, en esta isla, totalmente diferente a las nuestras, en un lugar recóndito del planeta, en la isla de Phu Quoc.




martes, 13 de marzo de 2012

El pueblo costero de Ham Ninh. (8ª parte)


Al tomar el desvío hacia la costa contraria a Duong Dong, nos encontramos con una carretera que alguna vez estubo asfatada para los dos sentidos, pero que en la actualidad, de ese asfalto solo queda la parte central de la misma y bastante estropeado, por la que acumulaba una infinidad de motocicletas que se movían como buenamente podían, y algún que otro camioncito o furgoneta, que corren a toda velocidad, sin tener en cuenta la peligrosidad de ir a semejantes velocidades entre la multitud de motoristas.
Es bastante peligroso, pues cuando te "embisten" así, la única solución, es salirse de la parte asfaltada, donde una infinidad de trampas en forma de baches, charcos y piedras sueltas, te esperan para desafiar tu destreza con la moto.
Aproximadamente a unos 10 kilómetros de Doung Dong, se haya el pequeño pueblo de Ham Ninh, que te recibe con una serie de curiosos restaurantes, en los que colocan a plena calle, una multitud de acuarios repletos de caballitos de mar, supuestamente para comerlos, como hacemos aquí con las langostas, por dar un ejemplo.

Vista panorámica a la izquierda, desde el puente - muelle.

La otra peculiaridad del pueblo, es el larguísimo y estrecho muelle, puede que de varios cientos de metros, que se adentra en la playa, por el que solo cabe un coche o moto con carro por vez, que se usa para trasladar las capturas de las barcazas de pesca, hasta los restaurantes de la orilla.

Vista panorámica a la derecha, desde el puente - muelle.

Curioso es también, ver que las gentes se adentraban en el mar, varios centenares de metros, con el agua llegándoles solamente a las rodillas, dedicándose a atender sus embarcaciones, o a mariscar pequeños moluscos.



Mención especial aquí para una señora, que después de haberla fotografiado en plena mariscada, a la hora de elaborar éste blog, la hemos podido contemplar también inmortalizada en álbunes de fotos de otros viajeros.


Este pueblo emanaba pura paz y tranquilidad, y después de un largo rato de absoluta contemplación y disfrute desde el estrecho muelle, el estómago nos recordó que no le habíamos echado nada en todo el día, así que nos metimos en el primer restaurante que encontramos justo a la entrada del mismo.

Merendamos una enorme bandeja de Seafood con noodles.
Para que se entienda, el seafood, son como unos calamarcillos de tamaño medio, entre chopitos y chipirones, y por supuesto, los noodles típicos que nunca fallan en toda Asia como acompañamiento a cualquier comida, fideos de arroz al estilo espaguettis.
De la comida, sobre todo podemos decir que era fresca, y que la devoramos por el hambre que traíamos, pero el punto de cocina vietnamita, por lo menos en cuanto a productos del mar, es algo crudo para nuestro paladar. A pesar de ello, estaba buena. 

Ya saciada nuestra hambre, empezando a caer el sol ya, retomamos el camino de vuelta directamente a Long Beach, pues la idea original de acercarnos hasta el muelle de Bai Bong, quedó descartada al ver el estado fangoso de la carretera.

En un momento nos encontramos nuevamente en el caos de carretera, rodeados por doquier de jóvenes motoristas que regresaban también a Duong Dong, por lo que dedujimos que ese pueblo es un sitio de reunión para la juventud local.


Entonces ocurrió la anécdota del episodio.
Muchos de estos chicos, por la novedad de nuestra presencia, nos gastaban bromas desde sus motos, o nos tomaban fotografías con sus móviles, y alguno, hasta se atrevía a intentar entablar conversación con nosotros desde su moto.
Un joven con bigote y perilla, llevaba de "paquete" a un delgado señor occidental, rubio y con pinta de hippie entrado en años y con aspecto de estar asentado en el lugar, se colocó a nuestro lado y comenzamos una conversación boba mientras conducíamos bajo la atenta mirada de otros muchos motoristas, hasta que de repente oímos derrapes delante de nosotros y todos tuvimos que hacer una frenada de emergencia.

Un pequeño camión, se encontraba detenido en medio de la carretera,  y casi chocamos como unas veinte motos contra su parte trasera.
Los motoristas comenzamos pues, a adelantar el inmóvil obstáculo por los laterales del camino, hasta que al terminar con la maniobra vimos y comprendimos lo que había pasado.

Dos motoristas se habían tocado, perdiendo el equilibrio y accidentándose. Un joven se encontraba en el suelo retorciéndose de dolor, ensangrentado y con bastante mal aspecto.
Algunos seguían de largo como si tal cosa y otros se paraban a intentar ayudarlo, pero lo que más nos chocó, fue la actitud del conductor del camión tocando el claxon insistentemente haciendo indicaciones de que retirasen al chico para un lado para él poder proseguir su camino...¡hay de todo en todos los lados!

Éste incidente nos subió la guardia, ya que estábamos demasiado confiados conduciendo la moto, como dos vietnamitas más. Pero hasta ellos, que han nacido con una moto en la mano y entre millones de ellas, también se caen.


lunes, 12 de marzo de 2012

Gan Dao y la Carretera Nueva. (7ª parte)


Desde la playa de Bai Dai, siguiendo en dirección al norte, en un ratito más de moto, poco, de una media hora o así, y llegamos a la punta noroeste de la isla, donde hay un asentamiento poblacional llamado Gan Dao.

Antes, la anécdota de este episodio, fue el lugar donde repostamos.
No fue en una gasolinera, sino en una tienda de las de todo un poco, situada a unos cientos de metros antes del núcleo poblacional. Un puestito local, donde sus habitantes, sin camisa y en pantalones cortos, tenian unas garrafas plásticas, colocadas a pleno sol, llenas de gasolina para su venta. Al pedirles que me pusiesen dos litros, uno de los chicos, llenó dos botellines plásticos de a litro cada uno, y con ayuda de un colador, los vaciaron en el tanque de la moto directamente. Curioso, pero simple.


Es un lugar realmente curioso, donde la gente vive como anclada en el pasado.
Es un poblado muy pequeño, sin nada digno de mención, un pequeño colegio, una mezquita y unas cuantas casas de diversos materiales es todo lo que hay.

Seguimos de largo sin hacer paradas, pues la gente se mostraba más bien tímida y poco amistosa, y tomamos rumbo hacia la otra punta norte de la isla.



La carretera, por momentos se puso más bonita. La vegetación del camino, se tornó más espesa y verde, a medida que abandonamos la costa para adentrarnos en la montaña.
A la par, el tiempo, cada vez se hizo más fresco.
En algunos momentos, espesas rachas de bruma nos dificultaban aún más si cabe, la conducción entre el embarrado terreno del camino.


Después de una larga pelea con la carretera, llegamos a un cruce, en el que tuvimos de decidirnos por comenzar a bajar hacia la zona central de la isla, pues en ese lugar, el tiempo estaba cada vez más fresco y húmedo, y comenzaba a amenazarnos con llover. Además, teníamos ya la espalda destrozada por el tamaño insuficiente de la moto, y por supuesto, por el mal estado de la carretera.
Esta parte del camino, se anunciaba como parque nacional, lugar donde habitan animales exóticos como monos, serpientes, etc, pero nosotros no vimos ni uno.

En algún punto medio entre el cruce anterior y Khu Tuong (justo antes del aeropuerto), nos tropezamos de lleno con una enorme carretera en construcción.
A parte de Duong Dong, era la primera vez que vimos asfalto en la isla y nos sorprendió mucho, a pesar de que en la mañana, antes de salir del hotel, el "recepcionista-hippie" nos la había nombrado refiriéndose a ella como la carretera nueva.


Circulamos unos cuantos kilómetros, sobre el asfalto de esa especie de autopista en construcción, pero de una manera muy curiosa, ya que casi no habia trafico, salvo alguna moto que de cuando en cuando nos cruzábamos, y muchos tramos estaban cortados por las obras, aunque daba la impresión de estar más abandonados que de obras, como si en algún momento hubiesen decidido no continuarla, por lo que no había normas de circulación, cada uno iba por donde podia o más bien, por donde le daba la gana.

Al llegar al cruce para seguir hacia Duong Dong, a pesar de que nos caía la tarde, decidimos sobre la marcha irnos hacia el otro lado de la isla, para ver otro pueblo pesquero que localizamos en el mapa y allí buscar algo de comer, pues con la paliza de hoy, empezábamos a sentirnos famélicos.


domingo, 11 de marzo de 2012

La playa de Bai Dai (6ª parte)

Entretenidos con el paisaje y con la carretera, que más de un susto nos dio con sus trampas de barro, nos dimos cuenta de que habíamos alcanzado la otra playa mejor valorada de la isla, Bai Dai.

Panorámica de Bai Dai, con islotes y Camboya en el horizonte.

Como buenos isleños, nos dimos cuenta enseguida, por imagen y semejanza a nuestras costas, que la diferencia principal con la playa de Bai Sao, es que mientras en aquella el mar esta protegido por la propia isla, lo que hace que el agua este quieta como un espejo, esta otra playa, situada en la costa expuesta al mar del golfo de Tailandia, hace que tenga aguas mucho más revueltas y sea también más ventosa que la anterior.
Aún así, el paisaje que posee, con la costa camboyana de fondo es idílico.


La playa, tiene un chiringuito, y algunos detalles por los que se deduce que es frecuentada por turistas, pero no en el momento en el que nosotros estuvimos allí.
La tuvimos entera para nosotros dos solos.


Bueno, para nosotros y para el señor que se ve que es el dueño del chiringuito playero, que a falta de visitantes, se dedicaba a hacer montoncitos con la basura que llegaba del mar. Por lo menos, se entretenía en mantenerla limpia y recogida.


Continuamos nuestra ruta hacia el norte.

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