Después del recinto monumental del Wat Phra Kaew y el Gran Palacio, dirigimos nuestros pasos, a pesar del inmenso calor y humedad, hacia el siguiente punto de interés más cercano, el Làk Meuang.
Ya nos fuimos quedando con el camino con que Bangkok, no es la ciudad a medio desarrollar que esperábamos. Más bien todo lo contrario.
Si bien no llega a lo que son otras ciudades asiáticas, tipo Shanghai o Hong Kong, (¡ojo!, este dato es siempre bajo nuestra humilde opinión, no queremos decir que sea cierto), sí que es una ciudad moderna y con un "poderío" notable. Su problema, es que muchos de sus habitantes viven como lo hacían hace demasiados años atrás (también como suele suceder en las otras ciudades asiáticas que conocemos).
El Làk Meuang, es un recinto religioso auténtico, ambientado en color blanco, donde la gente va a quemar sus varillas de incienso, hacer ofrendas y a rezarle a sus budas. Pudimos comprobar que en realidad, así es.
Nada más entrar, a mano izquierda, hay una especie de escenario, donde parece que realizan diferentes obras, actos u demostraciones religiosas. Nosotros pudimos ver a unos actores de aspecto transexual entonando unas intrigantes y repetitivas frases, y cánticos varios.
Proseguimos camino, ahora en busca del Wat Pho, mientras el bochornoso clima nos "apretaba" a cada minuto.
A cada ratito, teníamos que deshacernos de algún pesado que pretendía distraer nuestro rumbo a sus intereses. Son por lo general simpáticos, pero demasiado cansinos.
Vimos unos "lagartos" enormes corriendo y saltando por los árboles, pero cada vez que corría a fotografiarlos, nos caía encima otro "pesadito", intentando que fuésemos a tal Wat o a cuál lugar, o alguno que decía ser estudiante y que vendía arte en su piso para pagar sus estudios...es lo mismo que vivimos por toda China...así que desistí antes que enfadarme con alguien, y seguimos andando hasta que encontramos la entrada al Wat Pho.
La entrada al recinto, fueron 50 Baths cada uno.
Éste, es un pequeño laberinto de "stupas" (esas figuras ornamentales triangulares, que representan la ascensión al nirvana), que conducen a unas galerías repletas de budas, casi 400.
Alguno de estos budas, son enormes, muy bonitos y tienen hasta sus propios santuarios.
Y por fin, el famoso y gigantesco Buda Reclinado, principal atracción del Wat Pho.
Tiene
46 metros de largo en la base y
15 de alto.
Representa
"la muerte de Buda".
Oímos a algún guia de los grupos turísticos decir que no era el más grande, pero sí el más bonito de los budas en postura reclinada, de todos los que hay en Tailandia.
Allí mismo, ofrecen a buen precio, masajes Thais, ya que el recinto, sirve además, como Centro Nacional de enseñanza para la Preservación de la Medicina Tradicional Taliandesa.
Prueba de ello, es que en los jardines, hay numerosas esculturas haciendo figuras y posturas de técnicas de masaje thai.
Al salir de Wat Pho, estábamos reventados por caminar bajo aquel sofocante clima. Aunque nos dirigimos hacia el Wat Arun, y llegamos a él, decidimos continuar un poco, para comer en las cercanías de Wat Mahathat.
Wat Arum al fondo. |
Comimos bien, a un precio un poco más caro que en Khao San Road, pero con el impagable plus del aire acondicionado.
Apabullados por el clima, y por la mala primera noche, sufriendo Jet Lag, acordamos irnos al hotel a dar una siesta y regresar a Wat Arun, un poco más tarde, al atardecer.
Así pues, regateamos un tuk-tuk, que por un módico precio nos llevó de vuelta al hotel entre el denso tráfico, donde después de una necesaria ducha fría, dormimos no más de una hora y media, justo el tiempo que necesitó la recepcionista para aporrear nuestra puerta y despertarnos con urgencia.
Todo, para darnos dos botellines de agua, que regalaba el hotel...¡¡¡¡Grrrrr!!!!...en fin, cosas orientales...
Embarcadero con Wat Arun al fondo. |
De mala gana, debido al cansancio, nos levantamos y retornamos a la zona de Wat Arun, después de cruzar el río en un bote que había que alcanzar entrando por un embarcadero rarísimo.
Para llegar al pantalán donde atracaba el bote, había que introducirse por un pasadizo tan bajito, que teníamos que caminar agachados, con un suelo de madera semi sumergido por el agua del río y a los lados del pasillo, había unas cuantas "tienduchillas" que parecían sacadas de otro mundo, hasta llegar a la taquilla. Ésta estaba construida con maderas y telas metálicas y por fin, daba paso al pantalán flotante. Precio: 3 Baths.
Ya en el otro lado, pagamos los 50 Baths cada uno y entramos al Wat Arum.
Rápidamente subimos a su torre principal, de estilo khmer, de 82 metros de altura, en busca de vistas panorámicas de la ciudad al atardecer. Ansiábamos unas vistas similares (por lo de estar situadas ambas torres cerca del río), a las maravillosas que obtuvimos cuando descubrimos y subimos a la torre Gálata, en Turquía. No se dio el caso.
Reparamos en los preciosos mosaicos chinos de la estructura según ascendimos los empinados escalones, pero justo cuando llegamos al balcón más alto, sin tiempo siquiera a sacar la cámara de fotos, observamos atónitos, como una intensa lluvia, con rayos y truenos, se acercaba desde el horizonte, a toda velocidad hacia nosotros.
Hasta ese momento no había caído gota alguna de agua y se ve, que tanto a nosotros como a los cuatro o cinco turistas chinos que allí estábamos encaramados, nos pilló por sorpresa.
De repente, en segundos, la lluvia descargó sobre nuestras cabezas de una manera que no habíamos visto nunca. No nos dio tiempo casi ni de ponernos los chubasqueros. fue tal la cantidad de agua que cayó, que nadie se atrevía a descender los empinados escalones, sobre los que en nada de tiempo, chorreaba el agua formando una cascada.
Fue impresionante.
Allí, permanecimos todos unos buenos minutos, impotentes, sin poder hacer nada.
Mirándonos los unos a los otros, mojándonos, asombrándonos por los relámpagos que caían muy, muy cercanos, y estremeciéndonos por los ensordecedores truenos. Hasta que los vimos alejarse junto con la lluvia...
En cosa de unos minutos, quedamos todos los que arriba estábamos, como sopas.
Poco a poco nos arriesgamos a bajar la trampa de escalones chorreantes, aún cariacontecidos por lo sucedido.
Pasado el susto, yo me arriesgué a subir otra vez.
Fue una experiencia subir aquellos escalones resbaladizos, con la ropa tan pesada por la carga de agua que contenía.
Ésto, fue lo que pude ver: Vista panorámica desde lo alto del Wat Arun. |
Nos fuimos con sonrisa nerviosa, y sabor agridulce a la otra orilla del río, vía ferry.
Una vez allí, nos sentamos en las gradas a secarnos. Nos quitamos los zapatos y escurrimos los calcetines, pues irónicamente, volvió a salir el sol, el calor y la humedad, como si nunca hubiese llovido.
Después de darle otro buen vistazo al Wat Arum desde el otro lado del río, observamos, a pesar de que el río se comenzaba a desbordar, el movimiento incesante de los barcos de servicio público, el Chao Praya Express.
Decidimos entonces, a pesar de estar mojados por todos los costales, ponernos nuevamente en marcha y experimentar utilizando el transporte del río, para bajarnos en el embarcadero del Barrio Chino, donde leímos en la guía que habría un famoso mercadillo.
Sin ninguna dificultad, llegamos a nuestro destino utilizando el eficiente y barato sistema ribereño de transporte público. Pero lo que vimos en Chinatown, no fue nada interesante.
Deambulamos un buen rato por callejones sucios y llenos de basura y de gente, parecía por un momento que habíamos regresado a los callejones que conocimos el año pasado en Pekín, hasta que descubrimos que la actividad del famoso mercadillo, cesaba a las 17:00. Mala suerte.
De vuelta al embarcadero, y nuevamente pillamos Chao Praya Express, pero esta vez, directamente hasta Khao San Road, para buscar cena en alguno de los puestos callejeros.
En uno de los destartalados chiringuitos callejeros, cenamos unos deliciosos Pad Thais acompañadas con unas cervezas Tiger.
En la mesa de al lado, escucho a un chico, charlar animadamente en inglés. Uno de ellos, le comentaba al otro que por motivos meteorológicos, no habían subido al norte del país, que él y su novia se habían ido hacia Krabi...Mari y yo empezamos a preocuparnos por las noticias del tiempo en Tailandia, ya que justo antes de salir de casa, habíamos oído noticias sobre un tifón instalado en toda Asia, del que hasta el momento, pensábamos que eran exageraciones de los medios de comunicación, pues salvo el impresionante chaparrón de esta tarde, cosa normal aquí en Asia, ninguna noticia más.
El chico que comentaba eso, nos mira, se ve, que nos había oído hablar en español. Yo me vuelvo a fijar en su conversación. Le explicaba al otro, que en sur de Tailandia, habían comido buen pescadito, muy parecido a como lo hacen en su isla...
¡Oye pibe! Lo llamé, ¿De qué isla eres? De Gran Canaria, me respondió mientras sonreía de oreja a oreja, ¿Ustedes? Nosotros, ¡chicharreros!
Nuevamente, como en Chengdú, nos encontramos con unos paisanos, que eso, siempre es una alegría cuando estas fuera de casa.
Nos enfrascamos las dos parejas en una animada conversación, en la que nos informaron del estado del tiempo. Según ellos, se aconsejaba no subir al norte del país, por lo menos en dos semanas, ya que estaba todo enfangado, porque no había parado de llover desde el mes de junio, y se preveían más lluvias los días venideros...
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