lunes, 23 de abril de 2012

Sapa. La estación de montaña francesa, al noroeste de Vietnam.

Calles de Sapa.

El tren, Llegó a Lao Cai bastante temprano, sobre las 5:20 a.m.

Calles de Sapa.


Pasado el alboroto inicial de cuando llegas a una nueva estación, de que si no te olvides nada en la cabina del tren, de que evites el separarnos entre toda esta multitud, etc, nos centramos, nos despedimos de nuestras acompañantes y nos pusimos a buscar a alguien que portara nuestros nombres en algún cartelito.

Justo a la salida vimos a nuestro hombre, quién con la eterna sonrisa oriental, nos condujo hasta el destartalado terraplén donde se agolpan desordenadamente los autobuses y furgones de las diversas agencias para transportar turistas.










Confirmamos de que el llegar hasta aquí por tu cuenta, era más que viable, pero estamos seguros que no más rentable.
Negociando el transporte por tu cuenta con alguna furgoneta no nos hubiésemos ahorrado prácticamente nada en comparación con el precio total que habíamos conseguido. El bus público de Lao Cai a Sapa, costaba unos 40.000 Vnds por persona, (unos 2$).

Un ratito tuvimos que esperar, ya que en la furgoneta, sobraban dos sitios y los conductores se afanaban en vendérselos a alguien. Casi lo consiguen con una pareja de "puretillas", (es como llamamos cariñosamente los canarios a las personas algo entradas en años, de más de cincuenta, más o menos), pero éstos se hecharon para atrás cuando se dieron cuenta de que viajaríamos todos muy apretados.

Vistas a lo largo de la carretera Lao Cai-Sapa.

Como una hora y media, tardamos en alcanzar Sapa por la estrecha y revirada carretera que asciende desde Lao Cai. Es paisaje que se adivina desde la ventanilla de la incómoda furgoneta, ya nos hizo adivinar que aquello nos iba a gustar. Tanto, que hoy podemos asegurar, que ésta, fue una de las mejores paradas en este viaje.

Iglesia de Sapa, con la antena de la radio al fondo. 
  
El furgón cruzó todo el pueblo, llamando la atención de numerosas mujeres ataviadas con la vestimenta típica de las tribus locales, que enseguida nos trajeron a la mente el poblado que el año pasado habíamos visitado de Dazhai ,en la zona del sur de China, con sus mujeres de largo pelo negro, el cuál, no cortaban sino una única vez en la vida.
Es lógico éste más que razonable parecido, ya que hay que recordar, que aquí, estábamos a menos de 50 km de la frontera con el Sur de China, y que muchas de esas tribus son descendientes ancestrales de diferentes etnias, tanto Chinas, como Tailandesas, etc.

Plaza principal de Sapa.
Nos dejaron a todos en un pequeño hotel, donde nos ofrecieron una misma habitación para tomar una ducha por turnos y un desayuno.
Al turnarnos para entrar a la habitación, conocimos a una parejita australiana, que nos acompañaría en el trekking que iniciaríamos a continuación, Michael y Emily, a quién enviamos un afectuoso saludo desde aquí, si algún día nos leen.

Michael y Emily, nuestros nuevos amigos australianos junto a un grupo de Hmongs negras.

Al llegar, nos percatamos de que el clima es típico montañero.
Humedad fresca, muy parecida a la de nuestros montes aquí, sin lluvia, pero muy tendente a la formación de espesos bancos de niebla.

Después de la ducha, y un ligero desayuno a base de café y leche, más pan con mantequilla y mermelada, tocó esperar a que nos viniese a buscar un guía local para iniciar la caminata, momento que aprovechamos para que nos dejasen prestado en el hotel, uno de sus ordenadores, para mandar los típicos emails a nuestros familiares y amigos.
Ese hotel, a pesar de que no sería en el que prenotaríamos al día siguiente a nuestra vuelta del trekking, nos permitió también, una habitación donde dejar a buen recaudo nuestras mochilas, para cargar justo lo indispensable.

Mujeres Hmong negras, en la primera toma de contacto con nuestro grupo.

Cuando llegó nuestro diminuto guía, ya nos habíamos percatado, que desde la calle, mujeres de la etnia Hmong negra, se llamaban unas a las otras, avisándose y organizándose entre ellas, porque sabían que nosotros, "los guiris" estábamos allí.

Las pillamos más de una vez, asomando la cabecita por encima de un muro curioseándonos, lo que les hacíamos saber diciéndoles mientras las señalábamos:

-¡EH, QUE TE HEMOS VISTO!-

Esa broma nuestra, les provocaba un alboroto de contagiosas risitas.

Calles de Sapa, entre mujeres Hmong negras y Dzaos rojas.



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