lunes, 2 de abril de 2012

El atardecer en Hoi An.

Panorámica de Hoi An desde la orilla de enfrente, la península de An Hoi.

Después de gastar la última entrada, seguimos recorriendo las calles de Hoi An.

Aún teníamos la ropa totalmente mojada, por la lluvia, pero temperatura era borchornosa, lo que hacía que la humedad nos agobiara sobremanera.


Pasamos por delante de otros puntos importantes para visitar marcados en las guías, como el museo del folkore de Hoi An, pero la mayoría cierran temprano, así que decidimos no comprar más entradas y simplemente pasear relajadamente.

El centro de la ciudad es muy pequeño, por lo que después de un par de vueltas, comienzas a repetir calles.


Al atardecer, el pueblo se nos mostró en todo su esplendor.
La tranquilidad que respiramos en esas calles, a pesar de ser una ciudad que vive fundamentalmente del turismo, fue hasta ese momento, única para nosotros desde que llegamos a Vietnam.

La flota pesquera anclada a los márgenes del río, dan una bonita y singular estampa, en conjunción con los inconfundibles edificios de estilo colonial francés de este pueblo.


Cruzando el puente que cruza hacia la otra orilla se pueden apreciar unas preciosas imágenes de Hoi An, y otras muy curiosas, como la de los transbordadores que cruzan el río, totalmente llenos de motocicletas.


Al anochecer, cuando iluminan la ciudad, la postal que ofrece, es realmente evocadora.


Justo cuando caía la noche, conformados por haber podido visitar en condiciones, aunque fuese mojados, y satisfechos por haber vivido una buena y bonita experiencia ese tarde en Hoi An, comenzó nuevamente a llover.

La lluvia retomó la intensidad de la mañana, así que corrimos en busca de algún restaurante en donde refugiarnos. Nos metimos en el primero que encontramos. Allí, las camareras nos ofrecieron subir a una terraza, desde donde podríamos contemplar desde una perspectiva un poco más alta, el paseo principal junto al río de Hoi An.


No había nadie más en aquel restaurante, y después de pedir la cena, la dueña, se acercó a nosotros y se enfrascó en una conversación que se convirtió en una divertidísima anécdota.

A la señora le gustó mucho mi chubasquero de color rojo.
Decir de él, que costó únicamente 5€ en un centro comercial de nuestra isla.
Ella, lo manoseaba, agarrándolo para comprobar su calidad, decía que le parecía bueno, mientras yo le contestaba que no, que todo lo contrario, que era muy barato.

Se empeñó en cambiármelo por un abrigo suyo, un chaquetón de gruesa tela, a lo que yo le decía, que hasta ahora en nuestro viaje, a pesar de su poco valor, esta prenda era casi lo que más había utilizado, pues nos había llovido en todas las ciudades por las que habíamos pasado. No podía pues desprenderme de él.

La señora se tomó muy mal que me negase al trueque, pero es que no podía hacer otra cosa, poniéndose incluso hasta un poco borde, pero mientras más mala cara ponía, más nos reíamos de ella.
Cada vez se acercaba, yo le pasaba la mano por el hombro y le decía: - No te enfades, es que me hace falta... - Ella, "arrugaba" su entrecejo y sus labios, mientras nosotros nos "desternillábamos" de risa.


Desde que terminamos la cena y aminoró un poquito la lluvia, nos enfundamos los impermeables, y caminamos a toda velocidad por las desiertas calles de Hoi An, en dirección a nuestro hotel, para descansar y preparar las mochilas, para poder en la mañana "huir" de la lluvia del centro de Vietnam, que a pesar de que pudiese parecer que nos amargó el viaje por esa zona, nos enseñó a entender y a adaptarnos, como dos lugareños más, al clima tan extremo del sudeste asiático.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...