lunes, 19 de diciembre de 2011

Sam Om.


Después de que le hubiésemos pedido a Sam Om que nos volviera a llevar al Angkor Wat, aceptando de "mil amores", nos trasladó rápidamente entre atajos por la ya familiar tierra roja, en los que nos volvimos a encontrar con la gente más humilde de esas latitudes haciendo su vida.


A la llegada al templo, malos presagios. El cielo se tornó muy oscuro en muy poco tiempo, por lo que corrimos a toda velocidad hasta el centro el complejo para evitar que nos lloviera a mitad de camino.


Lo conseguimos solo en parte, pues justamente cuando alcanzamos nuestro objetivo, comenzó a caer una fina lluvia, cuando menos molesta, porque no nos dejó sacar casi ninguna fotografía.

Por lo menos, disfrutamos de estar una vez más en Angkor Wat, que no es poco.

Tampoco pudimos subir a la torre más alta, pues si ayer estaban limpiando, hoy, justo a nuestra llegada, acababan de cerrar el acceso a las escaleras.
A las 5 p.m. en punto, ya no te dejan subir.

Dio igual, ya teníamos el "alma hinchada", y desde que la lluvia aflojó un poco su intensidad, caminamos a toda prisa para llegar hasta Sam Om, intentando que no nos pillara el chaparrón tropical típico de Asia.
Justo cuando alcanzamos a nuestro amigo empezó a llover con más insistencia, por lo que le dijimos que se había acabado su trabajo por hoy, que nos llevara de vuelta al hotel lo más rápido que pudiese para evitar mojarnos.

Él, con su inagotable sonrisa, aceptó.

No pude evitar reparar en que Sam Om iba vestido con una simple camiseta, y que se estaba mojando con la lluvia.

Le pedí que parase: Sam, would you like my jacket? -le dije mientras le ofrecí mi chubasquero.
No, thanks! - me respondió con una evidente timidez que le impedía aceptar, y reanudó la marcha.











A los pocos minutos, de repente, la lluvia se tornó en un fuerte aguacero tropical tremebundo. Sam Om, empapado, paró su Tuk Tuk, se volvió hacia mi, y me gritó sonriente mientras con su mano protegía sus ojos de la lluvia : YES I WANT!...YES I WANT!



En un santiamén, lo disfrazamos de Pedro con su impermeable, y pudo continuar la marcha a duras penas, hasta que pasados unos diez minutos, dejó de caer agua y reapareció el tremendo calor y la humedad.

Desde que llegamos al hotel, Sam Om se ofreció para llevarnos a cenar a algún lugar de Siem Reap. Declinamos su oferta, y como de costumbre, le dimos unos cuantos dólares como propina, que él aceptó humildemente, sin mirar lo que le dábamos y le explicamos que hoy queríamos descansar para mañana afrontar con fuerzas la excursión que habíamos planeado.

Esa noche, la pasamos muy tranquilos. Cenamos en el hotelito, y después nos relajamos oyendo cantar a los chicos del hotel con el karaoke, en el canal de Tv camboyano, en el que 24 horas al día, emiten canciones subtituladas para que los telespectadores canten.
¡Hay que ver lo que les gusta a los asiáticos en general un karaoke!
Nos partíamos de risa escuchando lo mal que cantaba Kaeo, el joven encargado del hotel, que cada vez que pasaba por allí, igual que las camareras, se paraban unos segundos delante del televisor, y empezaban a cantar en voz alta. Cuando terminaban con su "estrofa", reanudaban su trabajo...
La verdad también, es que estábamos como en familia, ya que casi no había gente alojada en el hotel.
Yo les decía: ¡Por favor! ¡No canten más, que mañana vuelve a llover y yo quiero ver Camboya!...y ellos me miraban, se reían, y me dedicaban la canción, en tono más alto y personalizado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...