domingo, 1 de enero de 2012

En busca del lago Tonlé Sap. (1ª parte).

Después de nuestro habitual desayuno y de haber charlado un buen rato con Kaeo, quién la noche previa nos había prestado su propio ordenador para que enviásemos los correos electrónicos que siempre mandamos a nuestros familiares y amigos cuando salimos de viaje, y para que investigásemos cositas de los sitios que queríamos visitar vía Internet, nos recomendó en especial uno de los pueblos flotantes que hay para visitar dentro de el Lago Tonlé Sap, el cuál, habíamos decidido ir a explorar el día anterior, en detrimento de otros templos de Angkor, el pueblo flotante de Kompong Phhuluk.

Estatua en la salida de Siem Reap.


Sam Om, ya estaba con su reluciente sonrisa en la boca esperándonos.
Tenía su revista abierta por una página donde había un mapa, sobre el que deslizó su dedo índice, desde la posición actual hasta la del destino, a través de las carreteras y caminos por los que pasaríamos.
Buscó nuestra aprobación con la mirada, a lo que le hicimos saber entre risas, que nosotros no teníamos ni idea, que él era quién tendría que decidir por donde llevarnos.


Kaeo se acercó y discutió con Sam Om la mejor ruta hasta el pueblo que el primero de los dos, nos había recomendado.

Sonrisitas de ambos, y listos.
Ya comenzabamos la ruta.
A través de fangosas carreteras llenas de trampas de agua y barro, producto de la fuerte tromba de agua que cayó por la noche, nos introducimos entre las sinuosas pero hermosas sombras que se producen en la verdísima jungla camboyana.

Salida de Siem Reap, dirección Tonlé Sap.

Otra vez, nos volvimos a encontrar con las sobrecogedoras imágenes de la vida cotidiana de las personas que viven en esa zona.
 Como si estubiésemos por enésima vez, dentro de un documental de televisión, viendo cabañas construidas con retorcidos palos y maderos de la selva en los más inesperados e inóspitos rincones. Observando a muchos niños, vestidos unicamente de cintura hacia arriba, caminando descalzos, con sus diminutas cañas de pescar en mano, intentando cazar algún minúsculo pececillo de los arroyuelos que a los lados de las carreteras discurren en todas las direcciones y sentidos, se nos pasó el tiempo, mientras botábamos dentro del Tuk Tuk, que magistralmente conducía Sam Om, sorteando como podía, los baches, los charcos y el fango, y más de una vez, teniendo que meter sus pies hasta la pantorrila, dentro de alguna de aquellas trampas, para evitar caerse con nosotros dos detrás, que dependíamos unicamente de su habilidad.

Mientras más nos introducíamos en la jungla, peor se ponía la carretera, hasta que llegamos a un punto, en donde el agua lo había inundado todo.

Desde que llegamos allí, nos asaltó la visión de muchísimos Tuk Tuks con sus turistas abordo, y a muchos lugareños, que se apresuraban a hacerle indicaciones a Sam Om, para que parase allí.

No entendimos lo que decían, pues hablaban en su lengua, pero bobos no somos, y claramente entendimos que de una manera un tanto agresiva, amedrentaban a Sam Om, para que nos dejara allí, en donde habían instalado una especie de tienducha, construida con chapas y maderos, en donde vendían tickets para los barcos que transportan turistas hasta los pueblos flotantes.
De entrada, no nos gustó "la movida", y le preguntamos a Sam Om, si podríamos continuar hasta más adelante. Pero él , con cara de fastidio, nos decía que no, que teníamos que comprar los tickets allí.
Cuando bajamos a preguntar, rodeados de lugareños que alborotaban alrededor de todos los estranjeros, nos tropezamos con una chica inglesa, que con cara de incrédula, se volvía a su Tuk Tuk para volverse a Siem Reap. ¡Están locos! - nos dijo - ¡Están pidiendo 30$ por persona! ¡Me largo de aquí, estafadores! -.
Y se fue.

Quizás, ella hizo lo que deberíamos hacer todos.
Quizás así se dejen de abusar de los turistas de esta manera tan descarada, pues la realidad, es que por un lado, eso es demasiado dinero allí (bueno, y aquí), y por el otro, es que en Camboya, se han ido instalando unas "empresas", por llamarlas de alguna manera, como la de aquí, que se han hecho con el monopolio del turismo, y abusan, tanto de los turistas, como de sus propios empleados, que apenas ven una minucia del tantísimo dinero que "roban" a los extranjeros.
Al llegar a la taquilla, dos "tios malcarados", me cuentan que 30$ cada uno, o nada de nada.
Les intento regatear, con guía en mano, diciéndoles con la misma mala cara que ellos me estan poniendo a mi, que yo se que ésto no vale más que 7$. Más "chulos que un ocho", me dicen que si no estoy conforme, que me vuelva, pues no hay otra manera de llegar al pueblo flotante.
A punto estube de darme la vuelta y mandar a "hacer gargaras" al lago Tonlé Sap.
En el Tuk Tuk volvimos a preguntar a Sam Om si se podría ir por otro lado, pero pareciera que no se atrevía a decir que sí. Así que en una sabia y rápida conversación que mantuvo conmigo Marijose, que es mucho más relajada que yo en estas situaciones, llegamos a la conclusión de que hasta ahora el viaje nos estaba saliendo muy barato, y que probablemente no volviésemos nunca más por aquí, así que alguna vez tendríamos que perder para poder llegar a ver todo lo que queríamos.
Me volví hasta la taquilla, y les saqué la "billetada" que nos obligaban a soltar, de malos modos, pero en Bath Tailandeses, que aún nos quedaban.
Mari me preguntó que porqué hacia eso, a lo que yo contesté que "por tocar un poco las narices", y que si no aceptaban, nos íbamos y punto.
¡Qué no iban a aceptar! contaron la "pasta" y nos dieron dos papeletas, en las que según ellos, estaba todo incluido, transporte hasta el bote en canoa desde allí, la entrada la pueblo, y un paseo en canoa por un bosque sumergido.
Ya descubriríamos que no era así... 


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