martes, 3 de enero de 2012

El pueblo flotante de Kompong Phhluk. (3ª parte).


El primer vistazo que dimos a la entrada del pueblo flotante de Kompong Phhluk, fue tan impactante que se nos grabó en la memoria para toda la vida.
Nunca en la vida habíamos visto algo semejante, ni tan siquiera parecido.

La entrada al pueblo era como una avenida de agua, bordeada por las casas de maderas con techos de plancha de metal, por la que circulaban los vehículos, en este caso largas y estrechas canoas, sin motor la mayoría de ellas, en las que se movían unos, o hacían las labores de mercadería otros.

Era como si décadas atrás, los pequeños comerciantes de nuestra tierra, saliesen con sus furgonetas vendiendo los productos por ellos cultivados, circulando lentamente y reclamando la atención de los habitantes de los pueblos por donde pasaran, solo que aquí, todo ese escenario, era trasladado al entorno acuático en el que nos encontrábamos.
  
El joven conductor de nuestro bote alquilado, aminoró la velocidad al mínimo para entrar y darnos un paseo a lo largo de las calles de agua del pueblo.
 Pudimos contemplar las escenas cotidianas de Kompong Phhluk, como de costumbre, a través de la pantalla invisible, que siempre te separa de los protagonistas de esa historia. 
  
Es imposible sentirse parte de esa historia, pues de alguna manera, aunque ellos se percaten de cuando en cuando de tu presencia, a sus ojos no eres más que una rareza momentánea, que con la misma que has venido, desaparecerás.
Colegio en Kompong Phhluk.
 Es lógico, pues ni siquiera la ganancia que puede dejar el dinero de los turistas como nosotros, van a parar a ellos. Todo, absolutamente todo el dinero que se les saca a los extranjeros, va a parar a las manos de esas "mafias" que se han apoderado del sector, utilizando el pueblo como mero escaparate de entretenimiento, y por mucho que nos contaran que parte del dinero de la entrada al pueblo, iba destinado a la conservación del asentamiento y al modo de vida de los lugareños, suena a camelo más que a verdad.

Así, lentamente, en silencio, con el sonido de fondo del ajetreo diario de los jóvenes habitantes de Kompong Phhluk y del motor de nuestra embarcación que navegaba lentamente rompiendo y salpicando el agua, admiramos sobrecogidos lo que Mari y yo mismo hemos denominado como "la belleza relativa" de ese poblado, de su forma de vida, de esos niños que asistían a la escuela, o que simplemente cruzaban las calles de un lado a otro a nado, o utilizando variopintos artefactos flotantes para alcanzar a sus amigos de las casas cercanas, mientras los adultos se afanaban en sus quehaceres diarios para ganarse el sustento y hacer viable esa forma de vida.

Hay que hacer mención aquí, de la temporada húmeda en la que nos encontrábamos.
La información que, posteriormente a este viaje, hemos buscado de este pueblo, habla casi siempre de visitas en temporada seca, donde la principal atracción, es ver como las casas están colocadas a más de seis metros de altura, sobre altísimos pilares de madera, para que cuando llegue la estación de las aguas, no queden sumergidas por ellas.
Hemos visionado algunos vídeos que han colgado en la red sobre esto, otros viajeros y nos ha llamado muchísimo la atención la diferencia con lo que vimos nosotros. La verdad es que parece que se tratara dos lugares distintos, es impresionante.

Después de un rato de paseo entre las "calles de agua" del pueblo, nuestro joven barquero, condujo el bote hasta un embarcadero de madera, en donde varios lugareños, nos aguardaban sonrientes, sentados en unas sillas colocadas detrás de una mesa... 

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