viernes, 6 de enero de 2012

El Lago etéreo y la Pagoda de Kompong Phhluk. (5ª parte).


El joven muchacho, después de recogernos en el "restaurante" del lago, nos dirigió a través de unos canales que serpenteaban entre la maraña de copas de árboles sumergidos, a una zona del lago, en la que se podía sentir la inmensidad del mismo.

Todo parecía etéreo. La cegadora luz del medio día en el lago, junto a la tranquilidad y el silencio de las aguas, tan tranquilas que parecían un espejo que sólo se rompía por las líneas de agua, que dibujaban de cuando en cuando, alguna barcaza que más parecía supenderse en la nada que navegar a lo lejos, lentamente, y que proporcionaban un aspecto fantasmagórico al paisaje.

Casi pareciera que estábamos en alguna parte del cielo.
Más cuando el barquero detuvo el motor y quedamos por varios minutos en silencio, meciéndonos en nuestro bote, intentando vislumbrar otras lejanas embarcaciones de gente que pescaba, y que a pesar de estar a gran distancia de nosotros y de que no los podíamos distinguir del todo bien por el reflejo de la luz solar en el agua, era curioso que oyéramos sus conversaciones como si estuviesen al lado.

Un buen rato permanecimos así, contemplando a otros barcos de turistas, pocos, muy pocos, que aparecían por la zona y se detenían también aquí, hasta que le preguntamos al chico, qué haríamos ahora.
Él nos contestó que nos llevaría donde quisiésemos, que "su compañía" le dejaba unas cuantas horas libres para hacer lo que quisieran los turistas.

Ok!- le dijimos, - Llevamos de vuelta al poblado y déjanos el algún punto en el que nos podamos bajar y pasear por el pueblo. Después de pensarlo un poco, nos explicó que el pueblo estaba todo bajo el agua, que en esta época de crecidas, sus habitantes, se tienen que mover en barca para todas partes, pero que en el centro del pueblo, había una gran Pagoda, al lado de un colegio, en la que podríamos desembarcar.

Dicho y hecho. En un momento, nos adentramos de nuevo por las calles acuáticas del poblado de Kompong Phhluk, reencontrando las escenas cotidianas de sus pobladores, que como nuestro imberbe amigo nos comentado, se movían hacia todas direcciones con sus botes y canoas.
El edificio más lujoso de Kompong Phhluk, es la Pagoda.
Después de otro pequeño paseo por las calles, o los canales, del pueblo, sorteando las destartaladas casas de maderas, troncos, pajas y otros materiales parecidos, con sus techos de chapas, arribamos a una zona, más o menos en la parte central del pueblo, que estaba contruída con hormigón.


Había unas escaleras que emergían del agua hasta una pequeña plazoleta de losetas rojas, en la que en medio de la misma, se hallaba una "lujosa" Pagoda, si comparábamos el edificio con las casas de la gente, claro.

El chico de la barca, dirigió la proa hacia las escaleras, y de un salto, pusimos por fin, los pies en tierra firme.

Nada más caer en el suelo, numerosas adolescentes se "abalanzaron" a por nosotros.
Que si danos un donativo para la escuela, que si otro para la pagoda, que si me compras unas libretas para donarla a los niños...Nos costó un poco zafarnos de la persecución, más porque el tamaño de la placita de la pagoda, era minúsculo.

Nos dejaron un poco tranquilos, cuando empezamos a bromear con unos niños de unos 6 a 8 años de edad, que estaban pescando diminutos pececillos con sus igualmente diminutas cañas de pescar.

Nos reímos un buen rato con uno de los niños.
El, presumía ante nosotros con una minúscula captura, un pececillo precioso (que no me hubiese importado mantener en mis acuarios), y nosotros le intentábamos explicar que el granito de arroz que usaba como cebo parecía más nutritivo...

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