lunes, 27 de febrero de 2012

Un nuevo objetivo: la isla de Phu Quoc.

Tortuosas horas de bus de regreso a Ho Chi Min, donde nos despedimos de la pareja anglo-australiana, que después de todo, hicieron buenas "migas" con nosotros, aunque todavía no se si les gustó mucho la broma que les hice, al darles a probar unos frutos secos que compré en el mercadillo de Can Tho, y no me fijé en que eran especialmente para paladares orientales, sabor Wuasabi.

¡Dios, cómo picaban!

Llegamos a buena hora a Ho Chi Min, así que por fin sin lluvia, desde que bajamos del bus, rápidamente volvimos a alojarnos en el hotel de las primeras noches aquí, y salimos "zumbando" a recorrer nuevamente las calles de la ciudad.


Volvimos nuevamente a visitar a la falsa Notre Dam y nos recorrimos unos cuantos centros comerciales, para comprar algunas cositas de primera necesidad, y donde al anochecer, tomamos una cena, con aspecto occidental (espaguettis y carne), pero con el inconfundible sabor del de ellos. Estaba muy buena, hay que reconocerlo.

Desde el hotel de Can Tho, ya habíamos decidido nuestro siguiente destino por nuestra ruta en Vietnam, y desde el ordenador de su hall, ya habíamos oteado información y precios de los billetes de avión para trasladarnos hasta allí. La isla de Phuc Quoc.


Vendida como uno de los últimos sitios "vírgenes" del planeta, pero por poco tiempo, pues se esta pensando en prepararla para fines turísticos, así como las islas del sur de Tailandia, teníamos que pasar a verla antes de que se la "carguen", como ya ha pasado en tantos sitios del mundo, sin irnos muy lejos, por ejemplo, el islote de la Graciosa, aquí mismo en Canarias, que para quien tuvo la suerte de haberla visto, como un humilde servidor,  hace un poco más de diez años, y haya vuelto últimamente, le darán ganas de enfadarse con el mundo a pesar de que aún conserve sus paisajes.

Al volver al hotel en la noche, chequeamos la posibilidad de comprar unos billetes de avión por Internet, y realmente los conseguimos bien de precio, o sea que sin dudas, los compramos para salir en la mañana temprano.

Esa mañana, nos levantamos a las 5:30 am, para que nos diera tiempo de desayunar y conseguir un taxi que nos llevara a tiempo al aeropuerto de Ho Chi Min. El trayecto en taxi, fue todo un espectáculo, el meterse con un coche entre el "infierno" de motos de esa ciudad, es una experiencia que no tiene precio.

El avión, exactamente el mismo modelo que los de la compañía Binter de aquí. El servicio de Vietnam-Airlines, impecable, sin retrasos, ni problemas de ningún tipo, supereficientes.
Un viaje corto, de una horita de duración, y arribamos a la isla de Phuc Quoc, donde desde que pisamos tierra, comenzó a "chispear" unas gotas de agua, que presagiaban junto a negros nubarrones, mucha agua, a pesar del sofocante calor matutino.


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