jueves, 23 de febrero de 2012

Plantación de orquídeas y frutas en el Mekong. (8ª parte)


De nuevo, navegando por el río en busca de nuestro último alto en nuestra exploración del Delta de Mekong, se sucedían de nuevo, las curiosas imágenes que nos proporcionan las personas habitantes del lugar.

 

Mujeres haciendo la colada en sus casas de madera a orillas del río, ataviadas con coloridos pijamas, tendiendo la ropa tendida por doquier, en los sitios más insospechados, o los numerosos barqueros pescando o simplemente remando de pie en sus pequeñas embarcaciones...



El calor y la humedad a esa hora del medio día, volvieron a ser insoportables, así que dimos gracias por arribar a el último punto en el que haríamos una visita.


El lugar en cuestión, era como un gran solar, donde una especie de plantación de flores y orquídeas autóctonas, muy bonitas y vistosas, eran exhibidas a lo largo de un sendero marcado para que los turistas lo recorriesen, flanqueando unos fosos de agua repletos de plantas y flores acuáticas, acabando en un espacio dedicado a árboles frutales de los más curiosos para nuestros ojos occidentales.


Frutales con racimos de enormes durians, famosos por su mal olor pero de buen sabor, o quizás, la que más ilusión me hacia probar, la fruta del dragón, de un curioso aspecto externo rojo, y no menos de su pulpa interior, blanca con pequeñas pepitas negras, pero de un exquisito y fresco sabor.



Al finiquitar el recorrido, como casi siempre, llegamos a una especie de comercio local, debajo de un techillo de ramas y maderas para proporcionar un poco de frescor, donde pudimos comprar alguna frutilla, para degustarla y hacer relaciones sociales con nuestros acompañantes de aventura, mientras la saboreábamos y nos explicábamos nuestras diferentes sensaciones al probar cosas desconocidas hasta ese momento.
 

  
Hemos de decir aquí, que como casi siempre, fuimos un poco más atrevidos que el resto.

Fruta del Dragón.















Después del almuerzo frugal, retomamos rumbo a la ciudad de Can Tho, nunca cansándonos de admirar las escenas rurales del río, tan impactantes para nuestros ojos como la primera vez, y con la satisfacción de haber vivido esta experiencia en primera persona, sin que nadie te lo cuente o sin necesidad de añorar algo así por haberlo visto en la televisión, por ejemplo.

  
En la ciudad de Can Tho, dispusimos unas cuantas horas de tiempo libre, antes de tomar el bus de regreso a Ho Chi Min, y a pesar del intenso sol, calor y humedad, aprovechamos bien el tiempo para revolver en los puestos del mercadillo principal.


La anécdota aquí fue, que se me antojó buscar unos pantalones cortos, pero por más que dimos la paliza a las vendedoras, no había nada que me sirviera.

Mi estructura física occidental, para nada tiene que ver con la de ellos y el corte que utilizan para su ropa.
Ellos son como más bajitos y más "rechonchos".

Los pantalones con el largo de mis piernas, en la cintura, eran como para obesos, y los que me servían de cintura, de "manga", no me llegaban ni a medio muslo, por lo que las vendedoras, con mucha cara de fastidio, se daban por vencido al no tener nada que me sirviera para ofrecerme.

 

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