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Entrada al templo de Meabon Oriental. |
El movimiento del motocarro, hacia que la brisa nos refrescase y pudiésemos dejar de sudar, por lo menos en esos ratitos.
Además, cuando nos movíamos de templo en templo en nuestro curioso método de transporte, las imágenes cotidianas de la vida diaria de las personas que allí moran, se nos sucedían delante de nuestros ojos de tal modo, que parecía que estuviésemos dentro de un documental.
Estas allí, pero una barrera que te hace prácticamente invisible para sus ojos, te separa de ellos.
La siguiente parada que decidió hacer Sam Om, fue en un templo que habíamos pasado de largo en la mañana de camino a Banteay Srei, el templo de Mebon Oriental.
De este templo, recordamos una anécdota en especial.
No había nadie cuando subimos las empinadas escaleras del templo, y mientras llegábamos hasta las torres, nos dedicamos a fotografiar los elefantes tallados en piedra, muy bien conservados, que hay en las esquinas de las plataformas y a hacer bastante el bobo.
El calor hizo mella nuevamente en nosotros y buscamos refugio en el torreón más alto, donde aparecieron unas niñitas camboyanas con intención de vendernos cositas.
Después de bromear un ratito con ellas, se marcharon al ver que no les comprábamos nada, pero no se fueron muy lejos.
Cuando nos percatamos de que nos faltaba la cámara (y lo que más nos dolía, que habíamos perdido todas las fotografías del viaje hasta ahora), salimos como locos a buscarla por todo el templo, hasta que nos dimos cuenta, de que las niñas, estaban haciéndonos tímidas señales, para que nos diéramos cuenta de donde estaba la cámara. Justo en el mismo sitio y en la misma posición donde la habíamos dejado olvidada la encontramos.
Si hubieran querido, se la podían haber llevado sin que nos hubiésemos enterado, pero la honradez de estas niñas tan pobres, es una virtud más que admirar.
No había nadie cuando subimos las empinadas escaleras del templo, y mientras llegábamos hasta las torres, nos dedicamos a fotografiar los elefantes tallados en piedra, muy bien conservados, que hay en las esquinas de las plataformas y a hacer bastante el bobo.
Nos pusimos a filmar un vídeo para el blog, y soltamos la cámara de fotos en el suelo, en la base de una de las torres, olvidándola allí.
El calor hizo mella nuevamente en nosotros y buscamos refugio en el torreón más alto, donde aparecieron unas niñitas camboyanas con intención de vendernos cositas.
Después de bromear un ratito con ellas, se marcharon al ver que no les comprábamos nada, pero no se fueron muy lejos.
Cuando nos percatamos de que nos faltaba la cámara (y lo que más nos dolía, que habíamos perdido todas las fotografías del viaje hasta ahora), salimos como locos a buscarla por todo el templo, hasta que nos dimos cuenta, de que las niñas, estaban haciéndonos tímidas señales, para que nos diéramos cuenta de donde estaba la cámara. Justo en el mismo sitio y en la misma posición donde la habíamos dejado olvidada la encontramos.
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