viernes, 13 de abril de 2012

El mausoleo de Ho Chi Minh de Hanoi.


Por la noche nos habíamos ido a la cama con buenas sensaciones, después de una agradable cena en nuestro "sitio favorito para comer" en Hanoi, en la que nos lo pasamos bien bromeando con las camareras.

Eso cambió hoy, desde bien temprano por la mañana, con el constante bombardeo de pequeños timos a los que nos someten sin escrúpulos, a los turistas de todas las partes del mundo que visitan Hanoi.

No hablamos con un solo extranjero de los que conocimos por el camino, que no hubiese conseguido llegar a su límite, por la constante "tocada de narices", así que como decía mi abuela, "mal de muchos, consuelo de tontos".

El primer punto elegido para visitar hoy, era el Mausoleo de Ho Chi Minh, a las afueras del Barrio Antiguo, y nuestra idea era alcanzarlo paseando tranquilamente. Pero, uno de los minúsculos taxis que pululan por las callejuelas, paró a preguntarnos a dónde íbamos.
Una vez le explicamos, comenzó el cansino debate de cuánto pagar, y resolvimos que pagaríamos lo que marcara el taxímetro. Con una sonrisita (ya veríamos que malévola) el pequeño taxista aceptó.


Comenzamos a circular como van ellos, "a toda pastilla", por las abarrotadas calles.
El conductor esquivaba magistralmente cualquier obstáculo de los que surgían derrepente, casi sin inmutarse, mientras que nosotros dos, detrás, poníamos las caras de susto, típicas de los turistas, que nunca llegamos a acostumbramos a ese estilo de conducción asiático.

Enseguida nos percatamos de que el taxímetro corría tanto como el coche, pero bueno, al final sería un Euro más la diferencia, pensamos. Mal pensado.
Mal pensado, porque el taxista, era un magnifico predistigitador, que comezó a ejercitar su magia para despistarnos. Sonrisita, mientras nos señalaba a donde mirar e intentaba explicarnos qué era cada sitio por el que estábamos pasando:

- A la izquierda, el consulado de Filipinas -, sonrisita...
- A la derecha, estatua de Lenin -, sonrisita...
- ¡Pedro! ¿el taxímetro no marca demasiado? - me comenta Mari.
Pues es verdad, pero si solo fue desviar la mirada un segundo y ahora el taxímetro marca más del doble de lo que tenía...
- A la derecha, torre del estandarte y parque de militares -, prosigue el taxista con su sonrisita, pero ya no desviamos la mirada, manteniéndola clavada en el taxímetro.
- A la derecha, consulado de Alemania.- señala, y sonrisita...mientras le veo desplazar su mano sutílmente para pulsar un botoncito camuflado debajo del volante y...¡Plum! 50.000 Vnds del ala, más para el taxímetro.

¡STOP HERE!

Por un segundo, lo que se me pasó por la cabeza hacerle a aquel enano, no fue bonito precisamente. Puede que me esté haciendo viejo, ya que a veces suelo pecar de tener reacciones bastante impulsivas, pero ese día por lo que me dio, fue primero, por señalarle el taxímetro y preguntarle si lo tenía roto, y después por darle el dinero mano mientras lo miraba a la cara. El, dejó de sonreír mientras esquivaba mi mirada.
Nos bajamos con un fuerte "mosqueo", que nos duraría toda la mañana, pues no era cuestión de dinero. Aunque también lo era, pues lo que nos costó esa carrera, fue lo mismo que si hubiésemos estado en España, y eso es mucho dinero allá.  El enfado, fue más bien, por la falta de respeto constante que demuestran estos personajillos, al actuar como si todos los extranjeros fuesen unos estúpidos, a los que se les cae el dinero del bolsillo, como si en otras partes del mundo se nace con él, o algo así.

Sacamos nuestro mapa, y mientras mandábamos de malos modos a hacer gárgaras a todos los taxistas que paraban a preguntarnos si queríamos ir a algún lado, nos dimos cuenta de que estábamos a poca distancia de nuestro objetivo.

Era temprano aún, pero no había la mejor de las condiciones para largas caminatas.
La despejada y calurosa mañana, con un sol cegador, nos pasaba factura rápidamente.
Doblando una esquina, nos dimos de bruces con lo que andábamos buscando.


Al fondo de una plaza ajardinada, se vislumbraba una enorme construcción cuadrada.
El mausoleo de Ho Chi Minh, donde contrariamente a lo que él deseaba, permanece su cuerpo embalsamado.


Dicen que éste, es el lugar más sagrado del país, y hasta aquí vienen muchos vietnamitas, no solo turistas, a venerar y presentar sus respetos a su amado héroe.
A nosotros, este sitio y toda su parafernalia, nos recordó en gran medida a la Plaza de Tiannamen, la adoración que sentían los chinos hacia Mao y el culto que le procesaban. En esta plaza de dimensiones algo más reducidas que en la de Pekín, se respiraba una atmósfera muy similar.


En la enorme plaza, delante del cubículo donde descansa el cuerpo de Ho Chi Minh, hay una avenida peatonal, que se usa para desfiles militares, y siempre hay guardias de impoluto uniforme blanco custodiando la entrada.
Según habíamos leído, las ceremonias del cambio de guardia, eran comparables a la del Palacio de Buckingham, en Londres, Inglaterra.

Soldados durante el cambio de guardia.
Nosotros tuvimos la suerte de encontrarnos con uno de esos cambios de guardia cuando abandonábamos el recinto, pero ya nos esperábamos, como otras tantas veces, lo que son las copias asiáticas.


El que quería compararlas, o bien no había visto la verdadera y original, o simplemente lo exageró tres pueblos, seguramente para atraer turistas por ejemplo, por decirlo suave.
Siempre decimos, a cada cosa hay que darle el valor que tiene, y admirarla como tal. Las comparaciones en Asia, muchas veces, como en este caso, parecen de chiste.
Pondremos un trocito del cambio de guarda, en nuestro Vídeo-Resumen de Hanoi.

En el momento de nuestra visita, no se podía acceder al ver el cuerpo de Ho. Mejor, pues no nos apetecía nada, y fue una duda que nos despejaron.

Detrás del mausoleo, hay un complejo, dedicado a la memoria del Héroe, que comienza en una visita a una casa o palafito, con un bonito jardín y su estanque correspondiente, donde Ho Chi Minh vivió unos años, y que conservan tal y como la dejó.

Palacio Presidencial.
Cerca del palafito, se puede ver desde fuera, ya que están prohibidas las visitas, el amarillo y enorme Palacio Presidencial, un edificio de estilo colonial bien restaurado.


Hay también un museo dedicado al héroe, un enorme edificio blanco, al más puro estilo soviético, dedicado a exaltar al comunismo, donde perdimos poco tiempo.

Y por último, en este recinto, además se encuentra la famosa Pagoda del Pilar Único.


Una pequeña decepción para nosotros, pues esperábamos quizás algo más glorioso.

Está tan promocionada por toda la ciudad y habíamos leído tanto acerca de ella, que al final, puede que la espectativa, se nos hiciera un poco grande.


Esta pagoda de madera, construida sobre una única pero gruesa columna, con intención de imitar una flor de loto, está situada en medio de un pequeño estanque, y simboliza algo así como "lo puro en medio de un mar de dolor".
Lo cierto es que el agua estancada, es la casa ideal para los hambrientos mosquitos, o sea, que cuidadito con ellos.

miércoles, 11 de abril de 2012

El lago Hoan Kiem.

Panorámica del lago Hoan Kiem, con la torre de la Tortuga al fondo.
El Puente Huc, que cruza el Hoan Kiem hasta el templo Ngoc Son.

Situado en pleno centro del Barrio Antiguo, a tan sólo un par de calles de distancia de nuestro hotel, fue uno de esos contados lugares que me provocaron el, bautizado por Marijose para reírse de mi, "subidón eufórico".


Yo no se que fue, seguro que son tonterías interiores de cada uno, pero el vernos allí, en un lugar que nos había cautivado desde que lo veíamos por televisión en nuestros programas favoritos de la tele, tanto, que lo tuviésemos como objetivo prioritario en las cosas indispensables para ver en este viaje, haberlo alcanzado por nuestros propios medios, sin más ayuda que nuestro ingenio para hacernos entender y poder movernos por Asia, me emocionó, me llenó de orgullo y satisfacción...


Es en estos momentos, cuando Marijose aprovecha burlonamente para ponerme los pies en el suelo deciéndome: - ¡Pedro, no te pongas eufórico que te conozco! -

Ya sé que no somos los únicos, ni los primeros, ni los últimos, pero allí estábamos, una pareja de una pequeña isla del Océano Atlántico, encantados de poder ver y sentir la esencia de ese lugar con nuestros propios ojos.

El lago Hoam Kiem, tiene, como en todos los lugares de cierto renombre aquí en Asia, una leyenda (de cuentos infantiles) detrás. Aquí, según cuentan, una tortuga gigante dorada, le quitó de la mano la espada que había sido enviada del cielo al emperador Le Loi y que usó para expulsar a los chinos de Vietnam, desapareciendo en las aguas del lago para devolversela a los dioses...de ahí viene el nombre del lago, Hoan Kiem, que significa algo así como espada restituida.

  
Tras la entrada principal, compramos unos tickets para poder acceder al pequeño templo Ngoc Son, que esta en la isleta del norte del lago, que se accede a través del famoso Puente Huc, otro de los símbolos de Hanoi que teníamos que ver sí o sí.


Aunque el Puente Huc es más pequeño de lo que pensábamos, hubiese sido imperdonable no sentir su importancia como punto fundamental en la vida de los oriundos de Hanoi.


En esos días, en los que volveríamos a menudo por allí, pudimos contemplar numerosos eventos, como por ejemplo, las fotografías de bodas de muchas parejas de novios, con el Puente Huc de fondo, o simpáticas imágenes de lugareños haciendo sus ejercicios, y hasta una que yo me conozco, reventada por el calor y el agotador día de excursión por Hanoi, se dedicó a dormir la siesta...

Muchísimas parejas vienen a hacerse sus fotografías de boda con el Huc de fondo. 
Simpática imagen de los lugareños haciendo ejercicios en el Hoan Kiem, con el Ngoc Son al fondo.

¡Nunca te duermas al lado de alguien con una cámara en mano!

Cruzando el Puente Huc, dentro del pequeño templo de Ngoc Son, con fama de ser el templo más visitado de Hanoi, y seguramente lo sea debido a su estratéjica ubicación, pudimos disfrutar de las estampas cotidianas, sobre todo de personas mayores, reunidas y absortas en con sus juegos y entretenimientos.

Gente mayor, jugando a las damas chinas en el templo de Ngoc Son.

Nunca hemos entendido, cómo pueden pasarse horas en esta postura. ¡Parece que hasta descansan!


El templo Ngoc Son, contiene además, un ejemplar de tortuga disecada, enorme, que supuestamente es de la especie que habita o habitaba el lago Hoan Kiem, aunque hay gran controversia sobre el tema de que en esas contaminadas aguas hayan tortugas.
Se especula, con que de vez en cuando, la mano del hombre coloque allí algún ejemplar con el fin de mantener viva la leyenda. Es lo más probable, o por lo menos, creíble.

Torre de la tortuga, en un islote al sur del lago. Con luz diurna arriba, iluminada en la noche abajo.

Ese mismo primer día de exploración, ya anocheciendo, nos hicimos un largo pero agradable paseo, en busca de otro de los lagos más grandes y famosos de Hanoi, situado unas cuantas cuadras de calles más hacia sur, el lago Bau Mau, en el Parque de Lenin, donde habíamos leído que deberían haber cafés y restaurantes callejeros, pero esa zona no nos gustó en absoluto. Nos pareció una parte de la ciudad demasiado abandonada, muy descuidada y sucia.

martes, 10 de abril de 2012

El Barrio Antiguo de Hanoi.


Hanoi, es conocida mundialmente como la vieja gran dama de oriente, porque de ella se dice, que su impactante y trepidante bullicio, más su incesante movimiento, hacen que pareciera permanecer anclada en el tiempo.
Es una ciudad moderna, pero antigua al mismo tiempo.


Nosotros atestiguamos que sí, que eso, es totalmente cierto.
Sobre todo su Barrio Antiguo
Directamente aquí, sin "anestesia", justo donde comienza, fue el lugar donde nos dejó el autobús de línea que nos trajo desde el aeropuerto.


Nada más bajar del autobús, emprendimos una disparatada, loca y divertida odisea en forma de caminata, sin un destino concreto, en un laberinto de estrechas calles, donde no cabía ni un alfiler más.

Todas las calles, estaban atestadas de motocicletas, de vendedores ambulantes que cada dos pasos te interrumpían para preguntarte si les comprarías algo, portando sus mercancías en cestas colgadas en un palo que atrevesaban en sus hombros, con tiendas, negocios y restaurantes de todo los tipos y colores en todas y cada una de las puertas de los edificios.

De esa manera, cargados con nuestras mochilas, nos contagiamos del frenesí de las calles del Barrio Antiguo, y a buen ritmo sorteamos toda aquella marabunta, en busca de un alojamiento, que fue realmente fácil conseguir.

Bastó con preguntar en un par de hoteles de los que nos encontramos por el camino, para encontrar uno bueno, bonito, barato, y céntrico en el Barrio Antiguo, muy próximo además, al Lago Hoan Kiem, nuestro primer objetivo para nuestra exploración de Hanoi.

El hotel se llama Sunshine3, no estaba mal, y no tenemos queja alguna de él ni de sus empleados, todo lo contrario, excepto quizás, por la agencia de viajes que hay en su hall, en que compramos unas billetes de tren a Sapa entre otras cosas.

Albergamos la sospecha de que el individuo que allí trabaja, clonó nuestra tarjeta de crédito, pues al llegar a casa, finalizado el viaje, padecimos una serie de movimientos fraudulentos con ella, que por suerte, pudimos solventar con un poco de esfuerzo. Creemos que allí fue, pues en ningún otro lugar en todo Vietnam la usamos.
Pero bueno, es una sospecha "fundada", que tampoco se puede confirmar y como al final, lo pudimos solucionar, pues que les sirva como advertencia a todos los viajeros, ya que este tipo de timos de Hanoi, están a la orden del día. ¡Ojo avizor!

Pho con ternera, estilo Hanoi.


Nos alojamos en nuestra habitación, nos dimos una larga ducha de agua fria, pues que el calor y el tremendo sol que hacia nos fundió, y rápidamente salimos a la calle en busca de nuestro primer punto a visitar en Hanoi.


Antes, por supuesto, primera parada en el restaurante que está enfrente del hotel, que establecimos como nuestro sitio favorito para comer en Hanoi, ya que la comida estaba muy buena, y el emplazamiento en esa calle del Barrio Antiguo, no podía ser más pintoresco, entre un sin fin de lugareños, de extranjeros y... de motos, como no.


domingo, 8 de abril de 2012

Hanoi. La caótica capital del norte de Vietnam.

La mañana amaneció exactamente igual que el día anterior. Un tremendo aguacero caía desde el cielo de Hoi An, haciendo imposible cualquier intento de moverse por la ciudad.
Lo mejor que pudimos hacer, fue haber comprado los billetes de avión desde ayer para poder irnos de allí.

Calles del centro de Hanoi.
En el aeropuerto de Danang, después de haber facturado el equipaje, ya en la puerta de embarque, los trabajadores del servicio de seguridad, se pusieron muy tontos por un pequeño trípode que cargaba en la mochila.
Su intransigencia fue ridícula, pues ese pequeño trípode había viajado como equipaje de mano en los vuelos de Tenerife a Madrid, de Madrid a El Cairo, de El Cairo a Bangkok, de Ho Chi Minh a Phu Quoc, de Phu Quoc a Ho Chi Minh y de allí, a Hué...
por lo que se deduce que todo depende de lo "tikis-mikis" que sea el tío/a de seguridad.
Esa intransigencia, hizo que cuando nos tuvimos que volver a facturar el dichoso trípode, me dejara olvidado el pasaporte en el mostrador de seguridad.
Fue una anécdota curiosa, pues al darnos cuenta del fatal error, nos dimos la vuelta y corrimos en busca del pasaporte, cruzando nuevamente la puerta de embarque, a toda velocidad, mientras "seguritas" y militares armados, ni se inmutaron cuando nos saltamos "a la torera" las medidas de seguridad para recuperarlo.

Calles del centro de Hanoi.
Durante las casi dos horas que duró el vuelo, buscamos información sobre Hanoi, de los lugares importantes visitar y de las cosas que hacer. Leímos largo y tendido, sobre las precauciones a tomar en esa ciudad, de la que se dice que está repleta de timadores.

Hoy en día, nosotros podemos decir que esa afirmación es cierta.
Todo, absolutamente todo el mundo en Hanoi, cuando ve un turista, ve "dinero fácil" y "cara de tonto", por lo que tratan de sacárselo de las peores maneras, ya sea un taxista, el recepcionista de un hotel, o el vendedor de un chiringuito.

A la salida del aeropuerto, buscamos el autobús público para llegar hasta el centro y preguntamos por él en un punto de información turística.
En lugar de indicarnos donde conseguirlo, la agente del punto de información, se dedicó a intentar vendernos excursiones, tours, hoteles, de más que dudosa oficialidad.

Era nuestra primera toma de contacto con cómo se las gastan en Hanoi.

Después de que no consiguiéramos que nos diera la información que le solicitábamos, ya que la chica del punto de información continuaba ofreciéndonos sus productos, la dejamos hablando sola y continuamos nuestra búsqueda por el exterior del aeropuerto.
 Al vernos caminar solos, mirando un mapa, un policía se nos acercó. Le contamos que buscábamos el autobús hacia el centro de Hanoi
El policía, hizo señas a un hombre que conducía un carricoche, semejante a los de los campos de golf y nos dijo que tendríamos que llegar hasta la parada en ese medio de transporte, pues no se podía caminar por esa zona.
5.000 VNDs nos pidió el conductor del carricoche, a cada uno, para llevarnos a la parada. No estábamos de acuerdo, pero el policía insistía en que no podíamos ir a pié, y lo que ocurrió a continuación fue de chiste.
El carricoche, nos cruzó la calle temerariamente, y como 50 metros más adelante, se detuvo delante de unas cuantas personas que esperaban sentadas en el bordillo de una destartalada acera a que llegase la guagua pública por la polvorienta carretera.
Abronqué al conductor del carricoche, pero éste no hablaba ni "j" de otro idioma que no fuera el suyo, o sea que a pesar de que notó el "mosqueo", el pequeño timo ya estaba consumado, y digo pequeño, pues esa cantidad, no llega casi a los 50 céntimos de Euro.

Bus público en las calles de Hanoi.
Allí, esperando junto a varias personas de aspecto humilde, caímos en la cuenta de que no llovía, al fin, que el intenso sol que nos estaba achicharrando, era un gran contrapunto con el clima que nos había perseguido por todo el sur de Vietnam.
El autobús llegó y descargó a sus pasajeros. El conductor se bajó y caminó hasta la parte de atrás del vehículo y yo me encaminé hacia él para preguntarle si éste era el que deberíamos tomar para llegar hasta el centro de la ciudad.

Cuando llegué hasta la parte trasera de la guagua, resulta que pillé al conductor orinando en unas de las ruedas traseras, lo que lo sobresaltó de tal modo que, literalmente, casi se mea en los pantalones. Después de unas carcajadas de ambos, con un primitivo inglés, me confirmó que ése era nuestro autobús.

Una hora y media duró el trayecto, a través de polvorientas carreteras, de tierra o mal asfaltada, cruzando laberínticos barrios con enormes edificios, repletos de gente deambulando de un lado para otro, trabajando unos, en sus motocicletas otros. Un mundo extraño para nuestros ojos, como mezclando, entre hace treinta años de los nuestros y la más absoluta de las modernidades.

Durante ese trayecto, el joven cobrador del autobús, nos pidió 5.000 VNDs a cada uno por nuestros pasajes, ( lo mismo que el carricoche por 50 metros ).
La gente que esperaba la guagua junto a las paradas, generalmente un tubo de acero con un letrero, hacía señales extendiendo su mano para que el conductor se percatara de su presencia, y cuando subían a bordo, saludaban con una reverencia, primero al conductor y después al cobrador, y a nosotros dos, cuando nos descubrían entre todos ellos, unos extranjeros utilizando su mismo transporte público. Se asombraban y sonreían con sana curiosidad. Algunos incluso, se interesaron por nosotros, para ayudarnos a encontrar nuestra parada, pero la comunicación se nos hizo muy dificultosa.
A pesar de todo, entre las señales de un mapa que conseguimos en el aeropuerto y los simpáticos pasajeros, acertamos a bajarnos en pleno centro de Hanoi.
Nos despedimos del conductor, cobrador y pasajeros, que sonrientemente agitaban la manos con el bye bye correspondiente...cuando el bus se alejó, nos dimos de bruces con una maravillosa locura.

Peluquería callejera en las calles de Hanoi.
Un caos absoluto. Ruido, gente, coches, motos, carros, animales, etc, todo, en las laberínticas calles, repletas, a rebosar, de todo tipo de puestos y negocios callejeros...

¡Aquello era justo, lo que todos tenemos en la mente cuando pensamos en Asia!



jueves, 5 de abril de 2012

Vídeo-Resumen en la zona central de Vietnam.

Aunque, culpa del fatal clima que nos encontramos en la zona central del país, no pudimos ver todo lo que en principio teníamos planeado, ni pudimos disfrutar al 100% las dos ciudades que visitamos en el centro de Vietnam, Hué y Hoi An, eso, no nos impide tener un buen y grato recuerdo de lo que sí pudimos conocer.

lunes, 2 de abril de 2012

El atardecer en Hoi An.

Panorámica de Hoi An desde la orilla de enfrente, la península de An Hoi.

Después de gastar la última entrada, seguimos recorriendo las calles de Hoi An.

Aún teníamos la ropa totalmente mojada, por la lluvia, pero temperatura era borchornosa, lo que hacía que la humedad nos agobiara sobremanera.


Pasamos por delante de otros puntos importantes para visitar marcados en las guías, como el museo del folkore de Hoi An, pero la mayoría cierran temprano, así que decidimos no comprar más entradas y simplemente pasear relajadamente.

El centro de la ciudad es muy pequeño, por lo que después de un par de vueltas, comienzas a repetir calles.


Al atardecer, el pueblo se nos mostró en todo su esplendor.
La tranquilidad que respiramos en esas calles, a pesar de ser una ciudad que vive fundamentalmente del turismo, fue hasta ese momento, única para nosotros desde que llegamos a Vietnam.

La flota pesquera anclada a los márgenes del río, dan una bonita y singular estampa, en conjunción con los inconfundibles edificios de estilo colonial francés de este pueblo.


Cruzando el puente que cruza hacia la otra orilla se pueden apreciar unas preciosas imágenes de Hoi An, y otras muy curiosas, como la de los transbordadores que cruzan el río, totalmente llenos de motocicletas.


Al anochecer, cuando iluminan la ciudad, la postal que ofrece, es realmente evocadora.


Justo cuando caía la noche, conformados por haber podido visitar en condiciones, aunque fuese mojados, y satisfechos por haber vivido una buena y bonita experiencia ese tarde en Hoi An, comenzó nuevamente a llover.

La lluvia retomó la intensidad de la mañana, así que corrimos en busca de algún restaurante en donde refugiarnos. Nos metimos en el primero que encontramos. Allí, las camareras nos ofrecieron subir a una terraza, desde donde podríamos contemplar desde una perspectiva un poco más alta, el paseo principal junto al río de Hoi An.


No había nadie más en aquel restaurante, y después de pedir la cena, la dueña, se acercó a nosotros y se enfrascó en una conversación que se convirtió en una divertidísima anécdota.

A la señora le gustó mucho mi chubasquero de color rojo.
Decir de él, que costó únicamente 5€ en un centro comercial de nuestra isla.
Ella, lo manoseaba, agarrándolo para comprobar su calidad, decía que le parecía bueno, mientras yo le contestaba que no, que todo lo contrario, que era muy barato.

Se empeñó en cambiármelo por un abrigo suyo, un chaquetón de gruesa tela, a lo que yo le decía, que hasta ahora en nuestro viaje, a pesar de su poco valor, esta prenda era casi lo que más había utilizado, pues nos había llovido en todas las ciudades por las que habíamos pasado. No podía pues desprenderme de él.

La señora se tomó muy mal que me negase al trueque, pero es que no podía hacer otra cosa, poniéndose incluso hasta un poco borde, pero mientras más mala cara ponía, más nos reíamos de ella.
Cada vez se acercaba, yo le pasaba la mano por el hombro y le decía: - No te enfades, es que me hace falta... - Ella, "arrugaba" su entrecejo y sus labios, mientras nosotros nos "desternillábamos" de risa.


Desde que terminamos la cena y aminoró un poquito la lluvia, nos enfundamos los impermeables, y caminamos a toda velocidad por las desiertas calles de Hoi An, en dirección a nuestro hotel, para descansar y preparar las mochilas, para poder en la mañana "huir" de la lluvia del centro de Vietnam, que a pesar de que pudiese parecer que nos amargó el viaje por esa zona, nos enseñó a entender y a adaptarnos, como dos lugareños más, al clima tan extremo del sudeste asiático.


domingo, 1 de abril de 2012

Excursión bajo la lluvia en Hoi An.

 

La noche fue de las denominadas "de perros".
Llovió con tal intensidad que a mi, a Marijose no, ya que como ya he comentado miles de veces, da envidia mala verla dormir, me llegó a acongojar.

El sonido de la lluvia me traía a la la cabeza la situación del año pasado en Guilin, cuando se desbordó el río Li debido a las fuertes lluvias. Pero en aquella ocasión dormíamos en la octava planta de un hotel, mientras que aquí, dormíamos a nivel de río, a tan solo unos pocos metros de él.


Nos levantamos a desayunar temprano, con la esperanza de que ocurriese como en las mañanas de la isla de Phu Quoc, en las que amanecía lloviendo y que después paraba, permitiéndonos salir e inspeccionar los alrededores. No parecía que fuese a ser así, es más, cada vez llovía más.

Nos metimos en Internet a ver el parte meteorológico y el panorama que nos encontramos era desolador. Los demás "guiris" del hotel, comenzaban a hacer preguntas estúpidas en tono enfadado a las recepcionistas del hotel, como por ejemplo, la de que cuándo iba a dejar de llover...


Pasaban las horas y poco a poco el desánimo se apoderó de nosotros, pues desde la terraza veíamos que cada vez llovía incluso con mayor intensidad. El asfalto de las calles, se habían convertido en verdaderos canales, en auténticos riachuelos, y el agua que corría por ellas a toda velocidad, desembocaba diréctamente en el río, acelerando su crecida, por momentos preocupantes, pues éste, estaba ya a nivel del asfalto.

Aproximadamente a las 11:00 de la mañana, la tensión nos pudo.
El aguacero consiguió hasta que nos enfadáramos entre nosotros, así que dando el día, y el viaje hasta el centro de Vietnam por perdidos, con muchísima rabia, buscamos nuevamente por Internet y compramos billetes de avión para irnos de allí.
En ese momento nos lamentábamos, pero ahora sabemos que acertamos.
Después nos enteraríamos de que lo que se llegó a vivir los días venideros en esa zona por las lluvias, fue dramático.


Sobre el mediodía, hartos de ver tanta lluvia, decidimos mojarnos. Nos pusimos los chubasqueros, nos remangamos los pantalones y salimos a la calle a pesar de la lluvia. Estábamos determinados a ver Hoi An ese día y nada nos detendría.


A los cinco minutos de estar caminando, justo cuando habíamos cruzado el mercado central, la tromba de agua que nos cayó encima, parecía que había sido enviada adrede.
De repente llovió con tal intensidad que no se veía nada ni a un palmo de nuestras narices.
Corrimos desesperados en busca de refugio, y lo encontramos en el mismo restaurante en el que habíamos cenado anoche, así que sin hambre, escurriendo agua por los cuatro costados, tomamos asiento, y para pasar rato, pedimos un temprano almuerzo compuesto por varios platos típicos locales.

Dentro del Puente Japonés.
 Al terminar nuestro almuerzo, pareció que la intensidad de la lluvia disminuía, así que nos enfundamos nuevamente los impermeables y salimos nuevamente a la calle. Cuando llegamos al Puente Japonés, sobre las 13:30, dejó de llover casi por completo, no del todo, pero pudimos avanzar sin usar el paraguas y realmente fue cuando comenzó nuestra exploración por el centro de Hoi An.

Vista desde el Puente Japonés.
Como dos caracoles que salen a caminar entre los charcos de agua, después de una lluvia, comenzamos a deambular en busca de uno de los puntos donde se venden tickets, para visitar las casas y los templos de la zona.
Para conseguir financiación para la conservación de los edificios de Hoi An, declarada patrimonio mundial por la Unesco, han inventado el curioso método de vender una entrada, por un precio módico, que permite  visitar cinco de las algunas casas particulares, templos y salas de reuniones del casco antiguo, a elegir por el usuario. Si se quiere ver más, se compra otro pack de cinco entradas.

Después de localizar la taquilla de la calle central Tran Phu, y comprar un pack de entradas, empezamos nuestro recorrido en esa misma calle, haciendo nuestra primera visita en la Sala de reuniones de la congregación china de Cantón.


Lo más destacado de este sitio, es la impresionante estatua multicolor de un dragón, que hay en el patio central, y a continuación, un pequeño templo cuyo altar esta dedicado a Quang Cong, un general chino, muy venerado por sus cualidades.


Al salir de la primera visita, continuamos callejeando, por la vacía y mojada calle peatonal, en la que poco a poco, gracias a que había dejado de llover por completo, se empezaba a dejar ver algún turista.

Caminando un poco por la Tran Phu, antes de llegar al cruce con la calle Hoang Van Thu, gastamos la segunda visita, entrando en una antigua casa particular, la de Quán Tháng.
En realidad, es una casa antigua de madera, normal y corriente, en la que solo vimos a sus habitantes dejando pasar el tiempo, sentados en sus habitaciones, o en cualquier rincón, y a sus animales de granja aburrirse en un patio interior, mientras paseábamos como fantasmas invisibles para sus ojos.
No nos gustó mucho ese "rollito" y no nos entretuvimos mucho allí.

Cyclos con chubasqueros en las calles de Hoi An.
Nuevamente salimos a la calle, y en la misma dirección en la que avanzábamos, después de tropezarnos curiosas estampas, como la de unos cyclo-taxis con impermeables transportando a un grupo de turistas chinos, algunas esculturas llamativas, y algunas fachadas muy bonitas para fotografiar, elegimos la siguiente visita a realizar.

Otra espectacular sala de congregaciones china, esta vez, la de Fujian.


Lo más destacado es la puerta triple dedicada al culto de la deidad local de Fujian, Thien Hau, que hizo que aparte de sala de congregaciones, más tarde, se dedicase este recinto también como templo.


Dentro, hay varias estancias, y unos cuantos patios interiores con numerosas figuras decorativas, fuentes con peces, e imágenes de deidades y de los miembros del clan fundador de esta sala.


La cuarta visita fue al pequeño Templo de Quang Cong.


Después del último templo, anduvimos plácidamente por las calles de Hoi An, dando un rodeo por las calles marcadas por las guías turísticas, decidimos gastar la última entrada en una casa que esta al otro lado del Puente Japonés, en la calle Nguyen Thi Minh Khai.
La casa antigua de Phung Húng, que al final resultó se un tallercito de artesanía para vender cositas a los turistas después de que nos "diesen la vara" con algunas explicaciones acerca de la construcción del inmueble.

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